Valor a su labor y respeto a derechos, piden trabajadoras del hogar

Edgar M. Eslava

MÉXICO, D.F., abril 30 (EL UNIVERSAL).- Suena el reloj despertador a las 5:30 horas, es hora de levantarse, y Leticia comienza una jornada más, la cual no sabe a qué hora concluirá: Le esperan decenas de habitaciones por ordenar, pasillos por trapear y una “montaña” de trastes y ropa por lavar.

De acuerdo con datos revelados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), basados en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en 2012, la población ocupada en México dedicada al trabajo doméstico remunerado en hogares particulares alcanzó poco más de 2 millones 200 mil personas, de las cuales, 95 de cada 100 son mujeres.

Leticia Fabián es una de estas personas, y en el marco del Día del Trabajo (1 de mayo), comparte que pese a que se siente afortunada por tener empleo y contar con ciertas condiciones de “comodidad” respecto a otras compañeras, se suma al llamado de este sector de la población: “Que se valore nuestra actividad y se respeten nuestros derechos laborales y humanos”.

Leticia se dedica desde hace más de 15 años al trabajo doméstico remunerado; actualmente labora en una casa de huéspedes ubicada en un sitio exclusivo de la zona de Chapultepec, en donde diariamente debe asear 23 habitaciones, lavar la ropa de los inquilinos que así se lo solicitan, barrer los pasillos de la casa y dejar limpia la cocina de trastes y trastes que no dejan de “reproducirse”.

“¿Horario? Pues inicio desde las seis de la mañana, hay que limpiar, barrer, asear las habitaciones conforme cada inquilino sale de la casa para realizar sus labores, me doy tiempo para preparar mi comida, etc., en realidad es todo el día, apago las luces a eso de las 10:30 de la noche, porque vivo en la casa y sólo salgo los domingos a ver a la familia”, comparte.

Expresa que este trabajo es satisfactorio, está consciente que su labor es fundamental para que todo fluya de manera “normal”, sin contratiempos, y más lo confirmó recientemente, cuando finalmente después de años, hubo un empleador que le dio vacaciones: “Me fui poco más de una semana a Monterrey”.

Esa semana “fue fatídica, caótica”, señalan los inquilinos, acostumbrados al aroma floral de la casa que es aseada de manera habitual, a la cocina limpia y lista para volver a usarse, y que esa semana tuvieron que “ingeniárselas” para tender la cama y “medio” limpiar, en labor que fue aún más complicada porque hubo corte de agua en la ciudad de México.

Me he encontrado de todo, desde...

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