El último juicio

AutorYetlaneci Alcaraz

BERLÍN.- Impávido, Oskar Gróning escuchó el falló del fiscal de Lü-neburg: cuatro años de prisión por haber sido cómplice en el asesinato de cuando menos 300 mil judíos húngaros en el campo de exterminio nazi de Auschwitz entre mayo y julio de 1944. Ese día -el pasado 15 de julio-, el anciano de 94 años llegó a la sala del juzgado alemán vistiendo una camisa blanca y un chaleco lila. Apoyado en una andadera para caminar y con un paramédico a su lado para brindarle primeros auxilios debido a su deteriorado estado de salud, Gróning tomó asiento en el banquillo de los acusados.

Como pocas veces en este país, el juicio contra el nonagenario levantó grandes expectativas tanto dentro como fuera de Alemania. Decenas de medios de comunicación internacionales se desplazaron hasta la pequeña ciudad de Lüneburg, en el norte de Alemania, para cubrir el juicio y hubo incluso ciudadanos que tomaron un día libre en su trabajo para presenciar en vivo el histórico fallo.

Y es que el de Gróning podría haber sido el último gran juicio en contra de un nazi por su responsabilidad en el Holocausto.

A más de 70 años del exterminio sistemático de judíos, gitanos, homosexuales y enemigos políticos perpetrado por el régimen de Adolfo Hitler en la Alemania nazi, las posibilidades de juzgar a todos aquellos que participaron en esa maquinaria de la muerte son mínimas, pues la mayoría de ellos han muerto o se encuentran en precario estado de salud debido a su avanzada edad. La mayoría rebasa los 90 años. Además, el hecho de que exista una demanda no significa necesariamente que el caso será procesado por la autoridad judicial.

Un ejemplo de ello fue el caso del antiguo vigilante del campo de concentración de Auschwitz, Hans Lipschis, a quien el tribunal regional de Ellwangen decidió en abril de 2014 no procesar debido a que padecía demencia.

Gróning no ejecutó directamente a ningún preso en Auschwitz ni operó los macabras cámaras de gas que mataron a cientos de miles de personas. Sin embargo, el juez determinó que formó parte de la maquinaria nazi que operó en los campos de concentración y exterminio y con ello se convirtió en cómplice de los crímenes.

Su juicio y condena fueron posibles gracias a la jurisprudencia que sentó en el año 2011 el caso del ucraniano John Demjanjuk, quien trabajó en distintos campos nazis y a quien no se le comprobó que hubiera matado directamente a algún preso.

Hasta antes de este caso, la justicia alemana consideraba que para juzgar como...

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