La última batalla de Rommel

AutorBeatriz Pereyra

La pareja que conforman Rommel Pacheco y Jahir Ocampo volará, y puede aterrizar en el podio olímpico. Ellos tienen sólidas posibilidades de obtener una medalla en la prueba de clavados sincronizados desde el trampolín de tres metros. Para Ocampo, Río 2016 representa sus primeros juegos; para Pacheco son los terceros y la última oportunidad de ganar un metal en la competencia más importante del mundo.

Hasta hace tres años no eran favoritos de nadie: "Por mí nadie apostaba nada, y Rommel ya estaba para el retiro", resume Ocampo. Pacheco no calificó a Londres 2012 en la prueba de plataforma individual. Se conformó con ver los saltos desde las gradas. Enojado. Frustrado. Por una lesión, Ocampo no calificó a Beijing 2008, y para Londres la plaza olímpica la disputaron Yahel Castillo, Julián Sánchez y Daniel Islas.

Pero esos golpes fueron el acicate para perseguir con fiereza la medalla olímpica. Pacheco jamás pensó en rendirse, pero cambió la plataforma por el trampolín. Es como un atleta nuevo.

"Daba por hecho que estaría en Londres. Soy un clavadista importante y calificar era algo rutinario. En la grada, viendo la competencia, pensé en que no califiqué no por falta de nivel, sino que fue un clavado nuevo en el que abrí de más y ese error me costó no llegar. Me dio coraje, me enojé, estuve triste. Y no fue la experiencia más bonita, pero todo pasa por algo. Agradezco lo que sucedió porque me sirvió para evaluar y replantear", cuenta Pacheco.

Ocampo lloró tanto cuando no calificó a Beijing que las lágrimas le nublaron el futuro: renunció a los clavados. Con una lesión terrible en la rodilla le pidió a Enrique López Zarza, de los Pumas de la UNAM, que lo probara para ser futbolista. El instructor no aceptó y lo mandó de regreso a la fosa.

"Fue el punto de quiebre de mi carrera. Pude haber parado. Decidí volver porque no quise irme derrotado, como cobarde. Quería retirarme haciendo algo bien. Lo hice por mí y por mi papá", relata Ocampo.

Con la entrenadora china Ma Jin, Pacheco y Ocampo encontraron nuevos caminos. En el caso del primero, tuvo que trabajar en ajustar el ritmo en el trampolín y en ejecutar clavados con un grado de dificultad competitivo.

Con el segundo, la primera decisión fue despedirse en 2011 de Iván Bautista, quien lo entrenó durante 17 años. Dejó Guadalajara y se mudó a la Ciudad de México, adonde llegó pesando 85 kilos de pura masa muscular.

Lo primero fue bajarlo a 79 kilos. Eso le permitió, en un año, realizar clavados que...

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