Trump, el develador de la realidad

AutorJavier Sicilia

No hay así en el discurso de Trump nada que no haya estado y esté detrás de la finura de los que pronunció Obama: el muro (recorran las ciudades fronterizas para mirarlo), las armas de exterminio masivo (visiten los Walmart y las ferias de armas para ver su despliegue), la segregación racial de los negros so pretexto de la política antidrogas (visiten sus barrios y lean ese tremendo libro de Mi-chelle Alexander, The New Jim Craw: Mass Incarceration in the Age qf Colorblidness), las redadas, los encarcelamientos y las deportaciones masivas de migrantes (yo tuve la desgracia de asistir a una en 2014 en Arizona: 60 mexicanos y centroamericanos juzgados por un juez de origen mexicano); todo eso, incluyendo la paranoia del terrorismo y los sistemas de seguridad para contenerlo, estaban ya allí antes del triunfo de Trump.

Lo mismo sucede en México con otra narrativa de exclusión, segregación y muerte o en los países europeos. El capitalismo que tiene tomado al mundo no sólo es, como lo vio Bauman, líquido; es también, como lo ha develado la vulgaridad de Trump, licuante. De ahí que las palaras "crisis" y "economía" sean usadas por liberales, socialistas y derechistas, ya no como conceptos, sino, dice Giorgio Agamben, como "palabras de orden que sirven para imponer y hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen por qué aceptar".

"Crisis" desde hace mucho no significa ya una decisión -es su sentido etimológico- que debemos tomar juntos. Quiere decir simple y brutalmente: "Debes obedecer". Una afirmación que muestra la manera en que el capitalismo y su orden sistémico funcionan y que es tan irracional y vulgar como el discurso de Trump que lo reñeja. Para entenderlo hay que volver a las palabras con las que Walter Benjamin lo definió: el capitalismo es una religión, la más feroz e implacable que haya creado el ser humano. Dios no murió; se transformó en Dinero, dice Agamben. En su nombre, que nos promete no la vida eterna, sino la salvación de la abundancia, se sacrifican hombres, mujeres y niños.

Así, a pesar de que el orden del poder mundial se define como democrático, en realidad está sometido a los poderes del dinero que llamamos equivocadamente economía. Ellos han liquidado al Estado nacional, la soberanía, la participación ciudadana y el derecho internacional, que sobreviven como formas vacías en los discursos. Lo que en realidad vivimos bajo la palabra política es la religión de la "economía", una religión que...

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