Tónicos contra el desánimo

AutorSamuel Maynez Champion

Viene una vez más a colación el ejemplo mendelssohniano, pues fue uno de los pioneros en la dirección orquestal que se consolidó, ya desde la infancia, gracias al apoyo paterno. Su progenitor fue un banquero judío que no escatimó recursos para contratar regularmente a una orquesta para que su vastago pudiera ejercitarse en casa con la batuta y para que escuchara de inmediato sus composiciones. Son de agregar al grupúsculo de elegidos -entiéndase que se toman en cuenta aquellos músicos de incuestionable valía que contaron con una riqueza patrimonial realmente conspicua- el compositor Cario Gesualdo -un noble con títulos de conde y de príncipe-, los aristócratas Aleksander Borodin y Joseph Boulogne -Chevalier de Saint-George-, el potentado Fran-cis Poulenc, el multimillonario Charles Ivés y, para sorpresa nuestra, también aparece un mexicano.

Hablamos de Ernesto Elor-duy Medina, a quien debemos celebrarle en este 2013 su primer centenario luctuoso, no sólo por el indiscutible mérito de no haber incurrido en la inacción al tener la existencia resuelta, sino por la exquisitez de su obra y por la jerarquía que le corresponde dentro de nuestro nacionalismo musical. No es de extrañar que esa jerarquía se le siga escatimando, que sus composiciones pertenezcan todavía al limbo de lo ignoto e incluso, para muchos, de lo intrascendente. No en balde nació en este país, donde los logros personales atizan los complejos de la colectividad y donde la inquina, la maledicencia y la envidia surgen con una espontaneidad rayana en lo patológico.

Como rezan sus apellidos, Eiorduy Medina tuvo ancestros vascos por el costado paterno y árabes por el materno. Ambas ramas afincadas en México con la encomienda de hacer "la América". Es así que en Zacatecas los Eiorduy blasonaron una inmensa fortuna en la minería, y que, gracias a ella, nuestro músico logró cumplir con los dictados, tanto de su vocación como de su generosa condición humana. Tampoco debe sorprendernos que haya sido criticado por su desprendimiento financiero, hedonismo y bohemia. Mas no nos adelantemos a los avatares que le depararon sus caudales. Eiorduy nació en la urbe minera en diciembre de 1853 y contó con una educación esmerada, aunque tendiente a la prosecución de los negocios familiares. Recibió las primeras lecciones de piano de su hermano Edmundo y después con profesores particulares.

Conforme avanzó en sus estudios musicales, la perspectiva de abandonar la provincia se volvió imperativa, al...

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