El Tidaá de antes. Las transformaciones de las últimas décadas

AutorAndrea Calderón García
Páginas91-112

    La investigación en la que se basa este artículo se realizó como parte del Proyecto de Conservación, Identidad y Desarrollo Comunitario UAM-INAH y no hubiera sido posible sin el impulso que éste da a distintos trabajos en las comunidades mixtecas. La narración de la gente de Tidaá de su vivencia es la base sobre la que se puede hacer el análisis que se presenta; agradezco a los tidadeños por su entusiasta participación en las entrevistas y grupos de discusión, por la enriquecedora convivencia y por incluirnos de manera fraternal en algunas de sus actividades. Este artículo es una manera de compartir un poco de lo reflexionado a partir de esas vivencias, pero de este análisis se desprende una serie de trabajos comunitarios que permitirán dar sentido a esta investigación más allá del ámbito académico.

Andrea Calderón García. Licenciada en Psicología por la Facultad de Psicología de la UNAM. Correo electrónico: calderón.andrea@gmail.com.

Page 92

Recuerdos del pueblo en una época de cambios

Como en muchas otras comunidades, en San Pedro

Tidaá, ubicado en la Mixteca Alta oaxaqueña, se ha vivido en las últimas décadas un proceso de transformación de las formas de vida –en términos materiales y sociales– como resultado de una participación más intensa en los procesos económicos de un sistema cada vez más extendido.

Estos cambios tienen que ver, por una parte, con la posibilidad de tener luz eléctrica para ver de noche y poder utilizar algunos aparatos eléctricos; de abrir la llave de agua en la casa y no tener que ir a lavar al río o traer en vasijas o cubetas el agua de consumo; de salir en camioneta del pueblo y no caminando; de andar por el pueblo en calles y no en ríos de lodo que se suben hasta las rodillas; de cruzar los ríos sin peligro de ser arrastrados por la corriente; de poder llevar a sus hijos a una clínica cuando se enferman; de tener una educación que les posibilita adquirir ciertas herramientas y conocimientos; de recibir algunos recursos del gobierno. Por otra parte, ha habido transformaciones en sus formas comunitarias de organización, en las relaciones de solidaridad, de apoyo mutuo, en la realización del trabajo colectivo, en la relación con la naturaleza, en las necesidades de la gente, en las expectativas de vida de los jóvenes, en los objetivos que se plantean como pueblo, y en la forma de entenderse como comunidad e incluso de concebir el sentido de sus vidas.

El que todos estos cambios se hayan dado en un periodo relativamente corto de tiempo, permite a los habitantes de Tidaá ver una clara fractura entre “el pueblo de antes” y el presente. Es fundamental acercarse a la manera en que los tidadeños reconstruyen el pasado común, a su memoria colectiva,Page 93 para comprender la percepción que tienen del momento actual y el sentido que dan a sus acciones. En esta aproximación es importante tener en cuenta que las condiciones desde las cuales se rememora definen qué y cómo se recordará, y que las transformaciones en el contexto desde el cual se evoca un recuerdo generan modificaciones en su interpretación pero también en el recuerdo mismo.

A partir del acercamiento a la memoria de un pueblo se pueden advertir los elementos simbólicos con que cuentan para la construcción de la continuidad de su comunidad (o para su abandono). En el caso de Tidaá podemos ver, a partir del análisis de algunos de los recuerdos más narrados por sus habitantes, la forma en que se ha vinculado la remembranza de un pueblo con muchas dificultades materiales para vivir con las prácticas culturales que eran comunes en ese tiempo. Asociación que en gran medida se ha debido a años de colonialismo (externo e interno) sobre los pueblos indígenas, el cual ha significado una fuerte dominación, violencia y destrucción de sus formas culturales en términos económicos, políticos y sociales. Lo que ha resultado en una necesidad sentida por los habitantes de este pueblo de dejar de lado sus formas de ser y hacer, para poder incorporarse, aun en los peores lugares y en condiciones muy desfavorables, al “progreso” del capitalismo como única opción percibida para mejorar sus condiciones de vida.

Sin embargo, otros de los recuerdos de los tidadeños nos dejan ver la añoranza de formas de organización y relación social y nos permiten pensar que aún hay posibilidades de que se retomen algunos de los elementos culturales que han sido esenciales para el funcionamiento de la comunidad a partir de relaciones de reciprocidad, las cuales permiten la existencia de un orden social que no se basa en el abuso de unos sobre otros (como en el sistema capitalista que predomina actualmente), sino que promueve un bienestar común basado en la responsabilidad colectiva.

A continuación presentamos algunos de los recuerdos que forman parte de la memoria colectiva de los tidadeños, para luego hacer un breve análisis de cómo se articulan en los sentidos que acabamos de mencionar.

El pueblo de antes, la tristeza

La gente de Tidaá –incluso los jóvenes– ubica un punto en que el pueblo cambió; en el que dejó de ser lo que era para convertirse en lo que ahora es. Al recordar cómo era el pueblo antes y hablar de ello, muchos lo enuncian como “un tiempo completamente triste” en el que se sufría mucho. La gente menciona lo triste que estaba el pueblo cuando habla de cómo eran sus casas, de cómo vestían, de lo que comían. Uno de los ejemplos más claros de estaPage 94 forma de ver esa época es la narración de Lorenzo González, las frases que citamos a continuación fueron las primeras que nos dijo al pedirle que nos platicara de su pasado: “Pues esta vida fue de carencia, fue rutinaria pues, porque aquí somos pobres y mis padres fueron pobres también y crecimos en la pobreza. Ese fue el principio de nuestra vida”.1 Continuó contando la historia de su vida (usando siempre un tono pausado y monótono):

Cuando nosotros entramos a la escuela pues no había maestros, no había salones, no había [...] en un salón grande que estaba yo. Ahí estaba dividido primero, segundo, tercero, hasta cuarto, un maestro atendía todo eso. Eso fue en cuanto a conocer las letras, en cuanto a nuestra alimentación, pues todo el tiempo es rutinaria porque somos pobres, no había tanto de comer, no teníamos zapatos; huarachitos nomás teníamos. En cuanto a medicina, ni se sabía de doctor, hablaban de doctor pero quién sabe hasta dónde estaba. Curanderos, hierberos, y así veníamos creciendo. Poco estudié yo, estudié hasta el cuarto año, y venimos sufriendo, me integré a la música, ese fue mi arte favorito. Pero después de todo me empezaron a dar empleo [cargo (sin sueldo) en el gobierno del pueblo], pues no con muchas letras sino que con la práctica nada más. Así ha estado el asunto [...] Pues eso es lo que pasé yo pues, es lo que ha sido mi vida, en cuanto al pueblo pues, no había carretera, no había luz, no había agua potable, no había [...] todo era muy rutinario pues.2

Este sentimiento de penuria se refleja en las narraciones de casi todas las personas. Muchos hablan de cómo era el pueblo antes mencionando todo lo que ahora hay y antes no había y el sufrimiento que estas carencias significaban: “Antes pues no había ni luz, ni agua, tenía que ir a traerlo a un pozo o al río [...] La carne pues, no comíamos muy seguido la carne, pues porque no había aquí […] No había ni carros, no había ni molino, no había ni este, ora sí, ni pa’ salir”;3 “No había puentes, no había primaria, no había molino de nixtamal […] No había comunicación, no había carreteras, no había luz, no había agua potable”;4 “No había transporte, tenía que caminar dos días o tresPage 95 días para llegar a..., por lo menos a Nochixtlán [...] no había comunicación, no había carro [...] los que salían así a hacer su visita a Oaxaca, México, tenían que caminar muchos días, se sufría mucho”;5 “No había molino, no había luz [...] Íbamos a Nochixtlán, íbamos caminando, nos íbamos así como dicen las otras [...] descalza íbamos, caminábamos descalzo, sin zapatos y así nos íbamos caminando, eso sufrí yo también”;6 “Más antes no veíamos [...] casi transportes”;7 “Ahora sí ya tienen sus casitas buenas, antes eran las casas de palma, con así sus maderas alrededor”.8

El trabajo se recuerda como una actividad muy dura, muy pesada. Ya fuera el del hombre trabajando en hacer producir la tierra, el de los niños pastoreando los animales o ayudando a sus papás, o el de la mujer haciendo que lo que la tierra daba fuera útil para la familia, lavando en el río y acarreando agua, y llevando de comer a su marido a la milpa; en la memoria colectiva de los tidadeños se reserva un lugar importante para las narraciones de lo arduo de estos trabajos, de las difíciles condiciones en que había que realizarlos, de lo fastidioso, de lo monótono. Una de las situaciones que más se comentan en este sentido es la relativa a las complicaciones que implicaba el tener que salir del pueblo para vender y comprar distintos productos. Para ir a los mercados locales había que caminar, cargando, durante muchas horas, de noche sin luz o de día con el sol intenso y en no pocas ocasiones bajo la lluvia.

También forma parte de la memoria colectiva la organización que tenía la comunidad para resolver las necesidades comunes. Esta organización exigía de los hombres –ya que las mujeres se consideraban como parte de la familia representada por éstos– dos responsabilidades: trabajar en la organización del pueblo y en las faenas que éste requería. Los hombres participaban en los trabajos de la comunidad desde jóvenes y a lo largo de su vida iban tomando distintas responsabilidades como autoridades o miembros de comités. Esto, a demás de participar en los tequ...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR