Testigos que incomodan pero que son fundamentales

AutorGabriela Polit

Imagino cómo hubiera escrito sobre la imagen de ese cuerpo cubierto en el verde agua de su camisa, acomodado en medio del asfalto como un bebé dormido bajo el ojo único del hirviente sol de Culiacán que, de tanto ver muertos, se ha quedado ciego.

Conocí a Javier el día que el presidente Felipe Calderón mandó sus tropas a Culiacán, en enero de 2007, en un café del centro, y enseguida me habló de la difícil tarea de los periodistas en la ciudad. Me contó que hacía más de dos años había enviado un manuscrito de crónicas a una editorial del Distrito Federal, sin que nadie le diera respuesta. Se quejaba del centralismo. Cuando la violencia escaló, los editores del DF se dieron cuenta de que a esas voces del norte había que escucharlas.

Desde 2007 hasta ahora, Valdez publicó seis libros. Todos tienen la estructura de sus "Malayerbas": cuentos cortos, como bellos poemas del horror. En ese texto que escribí sobre su trabajo hace siete años, sugerí que había inventado un género narrativo, porque combinaba las ideas de Poe respecto al cuento como poema, pero que sus historias marcaban la forma menos obvia que había adquirido la violencia y que ahí radicaba su acierto literario.

Hacía tiempo que la impunidad había tomado la vida de Sinaloa, y sus historias sobre las ínfimas maneras en que la descomposición social se manifestaba en las relaciones cotidianas, mostraban su principal síntoma. Sin una institución que reproduzca la idea de que el bien común es posible (la búsqueda de justicia), nada puede convocar a que nos identifiquemos como parte de una comunidad.

Por eso en el mundo que le toca escribir a Valdez, todo vale y cada cual busca individualmente su bienestar. Acaso ese mundo es lo que todas las sociedades viven y que en Culiacán está magnificado. Muchos pensamos que Valdez estaba protegido del mal por la belleza y la intimidad con la que nos supo revelar ese secreto y aunque todos temíamos por su muerte, jamás la imaginamos posible.

Pero el mal lo tocó. El oráculo mexicano dice que los mejores periodistas, los que llegan a entender que el mal no sólo está en la mano del sicario, del traficante o del político de turno, sino que hace a todos estos hombres pensar que el oficio que han escogido es el único válido, serán asesinados. Los periodistas que saben que su trabajo es indispensable, justamente porque no responde a lógica...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR