Terrorismo anunciado

AutorLawrence Wright

En los tres años transcurridos desde que (en 1996) Jaled Sheij Muhammad (autor intelectual de los atentados al World Trade Center en 1993 y quien vivió en Estados Unidos) le había propuesto a Bin Laden su “operación de los aviones” en una cueva en Tora Bora (Afganistán), Al Qaeda se había dedicado a elaborar un plan para atentar en territorio estadunidense.

La idea de Muhammad consistía en realizar dos tandas de secuestros aéreos: cinco aviones procedentes de la costa este y cinco de Asia. Nueve aviones se estrellarían contra objetivos bien seleccionados, como la CIA, el FBI y centrales nucleares. El propio Muhammad pilotaría el último avión. Después de matar a todos los hombres que hubiera a bordo, haría una declaración de condena de la política de Estados Unidos en Medio Oriente; finalmente aterrizaría y dejaría libres a las mujeres y los niños.

Bin Laden rechazó esta última idea, pero en la primavera de 1999 convocó a Muhammad en Kandahar y le dio su visto bueno para poner en práctica el plan.

Unos pocos meses después, Bin Laden, Jaled Sheij Muhammad y Abu Hafs al Masri (comandante militar de Al Qaeda) se reunieron en Kandahar para seleccionar posibles objetivos. Aquellos tres hombres eran los únicos implicados. Su propósito no era sólo infligir un daño simbólico. Bin Laden creía que Estados Unidos, en tanto entidad política, podía ser destruido (…) Era natural, por tanto, que Bin Laden deseara atentar contra la Casa Blanca y el Capitolio. El Pentágono también figuraba en su lista. Si lograba destruir la sede del gobierno de Estados Unidos y el cuartel general de su ejército, el desmantelamiento real del país dejaría de pare- cer una fantasía.

Muhammad propuso el World Trade Center, que su sobrino Ramzi Yusef no había logrado derribar con el atentado perpetrado seis años antes. También barajaron atentar contra la torre Sears en Chicago y la torre Library (ahora llamada torre del US Bank) en Los Ángeles. Bin Laden decidió que el ataque contra las ciudades estadunidenses de la costa oeste podía esperar.

Disponían de poco dinero, pero contaban con mártires voluntarios de sobra. Cuando el plan consistía únicamente en hacer explotar los aviones en pleno vuelo no eran necesarios pilotos calificados, pero una vez que la idea evolucionó hasta adoptar su brillante forma definitiva, se vio claro que para la operación de los aviones hacía falta un grupo disciplinado y con unas capacidades que se tardan años en adquirir.

Bin Laden seleccionó a cuatro de sus hombres de más confianza para que participaran en la operación, pero ninguno de ellos sabía cómo pilotar un avión ni hablaba inglés, un requisito obligatorio para obtener una licencia de piloto. Además, ninguno de ellos había vivido en Occidente. Muhammad intentó darles clases. Les enseñó frases en inglés y recopiló folletos de escuelas de vuelo estadunidenses.

Practicaban con videojuegos de simulación de vuelo y estudiaban películas de Hollywood donde aparecían secuestros aéreos, pero la distancia entre las aptitudes de aquellos hombres y la grandiosidad de su misión debía resultar descorazonadora.

Nawaf al-Hazmi era uno de ellos. Había llegado a Afganistán en 1993, cuando tenía 17 años. Era corpulento y tenía una sonrisa fácil y atractiva. Su padre era un rico comerciante de La Meca. Su amigo de la infancia, Jaled al-Mihdar, pertenecía también a una importante familia de La Meca. Siguiendo el ejemplo de Bin Laden, estos dos jóvenes y ricos sauditas habían combatido juntos en Bosnia y más tarde con los talibanes contra la Alianza del Norte (…)

Puesto que eran ciudadanos sauditas, tanto Hazmi como Mihdar consiguieron con facilidad visados para entrar en Estados Unidos. Ni siquiera los tuvieron que solicitar en persona. La situación de los otros dos futuros secuestradores era muy diferente, ya que ambos eran yemenitas. Las autoridades de inmigración creían que los yemenitas eran mucho más propensos a desaparecer en la clandestinidad cuando llegaban a Estados Unidos, por lo que les denegaban sistemáticamente los visados.

Frustrado por la imposibilidad de introducir a todos sus hombres en Estados Unidos, Bin Laden los envió al sudeste...

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