El tecnócrata que halló su voz interior

AutorSamuel Máynez Champion

Para el personaje principal de esta historia, la vida había sido generosa en extremo y parecía estar hecha de conquistas personales cada vez más conspicuas. Nunca supo lo que eran las privaciones, ni llegó a sentir angustias por imaginar un futuro donde el astro rey no brillara para él en todo su esplendor. Y por si fuera poco, en el plano afectivo también pudo jactarse de haber tenido una familia amorosa y de haber encontrado a una mujer con quien compartir cualquier pasión que le brotara de las regiones anímicas más recónditas. En suma, los privilegios eran su pan cotidiano y su degustación era como ingerir el cáliz de una existencia donde no existen reproches, ni anhelos impedidos de antemano.

¿Pero quién es este afortunado sujeto y por qué tendríamos que ocuparnos de él? Digamos que el personaje tiene el perfil del aficionado a la música y que nos interesa por ser protagonista de una historia digna de ser contada. Aunque lo más importante no es narrar su vida sino difundir lo que hizo de ella cuando supo que su fin era predecible.

Así pues, asentados los pilotes del relato, tenemos que dirigirnos a los primeros años del sujeto a quien debemos referirnos, justamente, con su nombre y apellido verdaderos: Eric Sun (téngase presente el significado de Sun en castellano...).

Eric nace en 1983 en el seno de un hogar de inmigrados provenientes de Taiwán. Sus padres estudiaron en la Universidad de Texas y después se establecieron en New Jersey, ciudad donde ve la luz nuestro futuro tecnócrata. Hasta los once años es criado como hijo único, mas en 1995 nace una hermana. Conforme a las creencias paternas, siempre debía priorizarse la educación de los hijos, aunque eso implicara renuncias. De esa forma a Eric y a su hermana les ofrecen muchas posibilidades de estudio para que hicieran algo bueno con sus vidas. Afortunadamente los niños tenían capacidades suficientes para creer que lo invertido en su educación iba a dar réditos sustanciosos. No estaban equivocados, ya que a la vuelta de pocos años los resultados serían tangibles.

Cuando Eric tenía tres ya es capaz de leer y de recitar de memoria largos poemas escritos en los ideogramas chinos. Cuando cumple cuatro inician sus lecciones de violín, y a los seis comienzan las de piano. Todas con maestros particulares quienes, de inmediato, cayeron en la cuenta de que el infante tenía oído absoluto. En este punto hemos de aclarar que el estudio de la música no era particularmente apreciado por Eric, sin...

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