SOBREAVISO / Sortear sin resolver problemas

AutorRené Delgado

Salir de apuros o sortear dificultades no siempre es sinónimo de resolver problemas.

Sin restarles mérito a algunas políticas, medidas y acciones oficiales, particularmente en el ámbito laboral, educativo, fiscal y, no sin contradicciones, en el campo diplomático y la procuración de justicia, la administración sortea el embate de poderes y problemas intentando escapar de ellos y llegar adonde quiere, sin tener muy claro el sitio de ese anhelado lugar ni, obviamente, la hoja de ruta para arribar a él.

El poder del imperio vecino, el poder de las Fuerzas Armadas, el poder de la naturaleza y el poder difuso de la resistencia, así como el crecido caudal de dificultades asedian de más en más y de manera combinada, aunque no concertada, al lopezobradorismo. Hasta ahora, éste ha conseguido librar el momento, pero acusa fatiga con síntomas de desesperación por la falta de reposo y reflexión, la acción descoordinada y el ansia de romper el cerco que lo frena sin contar con las herramientas, el equipo, las condiciones y los recursos necesarios.

La gran interrogante es cuánto tiempo más aguantará así la administración, cuántas veces más rebotará entre la política principista y la pragmática sin caer en el error fatal o cuándo -si todavía cabe la muy remota posibilidad- replanteará el límite y el horizonte de su proyecto original, así como el alcance del mandato recibido.

Sortear adversidades y salir de apuros exigen talento, sí, pero a fin de cuentas el resultado postrero de esa actuación depende más de la suerte que de la capacidad para someter a control y dominio las variables. Seguir así no garantiza el ajuste del régimen político ni del modelo económico. Es un ejercicio que demanda un esfuerzo inaudito, sin asegurar la consecución del objetivo.

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En el Sobreaviso "Crisis sin fondo", del 18 de julio pasado, se escribía:

"Hace tiempo, en plática sobre los temores políticos de Andrés Manuel López Obrador durante su gestión, un allegado a él refirió cuatro: los Estados Unidos, el gran capital nacional, las Fuerzas Armadas y los terremotos, entendiendo por estos últimos no sólo a los sismos, sino a aquellos fenómenos naturales cuya fuerza devastadora distrae, descuadra o vulnera al poder político".

Pues bien, en estas últimas semanas, tres de esos cuatro temores han dejado de ser un fantasma y han sacudido a la administración. Y ante ellos, se han dado tres tipos de respuesta: aferrarse con dogma y sin consideración al proyecto original sin...

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