Lo sistémico

AutorJavier Sicilia

Se habla mucho de un mundo sistémico que está generando graves y profundas catástrofes tanto humanas como naturales. Sin embargo, pocos se interesan en saber en qué consiste. Para entenderlo hay que pensar en el sustantivo que le da origen: el sistema. ¿Qué es? La mejor manera de comprenderlo es definirlo en relación con la herramienta. Esta última, dice Iván Illich, es, a diferencia de un sistema, algo distinto a mí. Puedo emplearla o no. Entre ella y nosotros hay una distancia, una exterioridad y una libertad de uso. En cambio en un sistema -cuya imagen más completa es la computadora- nos encontramos enchufados a un conjunto de susbsistemas de los que formamos parte sin poder acceder a ninguna libertad, aunque el sistema nos haga percibir lo contrario.

Ese mundo, que nació en 1936 con "La máquina de Turing", se ha ido com-plejizando al grado de que estamos atrapados en él. Pensemos en un automóvil. En apariencia es una herramienta porque podemos usarlo o dejarlo y ponernos a caminar. Pero desde el momento en que nos subimos en él nos enchufamos a un conjunto de complejos circuitos -el carretero, el de tránsito, el jurídico, el del petróleo, etc.-. Esto mismo se aplica a la escuela y sus múltiples circuitos -la curricula, la burocracia, los salones- o a la medicina o a la producción industrial y el mercado. Enchufados a lo sistémico y sus múltiples sistemas y subsistemas, necesitamos, para mantenernos en él, del sistema fundamental, el dinero, que interco-necta todo bajo la forma más pueril de la ética: el valor.

Desde que el capitalismo estableció el dinero como la medida suprema de una sociedad basada en la fabricación de valores, todo lo que entra en contacto con él queda hechizado por su poder. A través de él cualquier sistema y sus múltiples subsistemas no sólo se vuelven un valor y una necesidad, sino que todos quedan interconectados entre sí. Ya se trate de la educación, del transporte, de la medicina, de la comunicación, etc., el dinero se volvió la categoría trascendental que nos mantiene enchufados a todo. Sin él -a ese grado de perversidad ha llegado el mundo sistémico- es imposible acceder al mundo sistémico y los seres humanos se sienten desamparados.

Si en los años setenta, dice Illich, cuando aún la era instrumental y la era sistémica estaban empalmadas, "la gente tenía -aunque fuera un engaño- fe en el poder de las instituciones y en su propia capacidad para participar en ellas", hoy, cogidas por sus "tentáculos ya no puede...

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