"Siluetas que pasan", columna de ángel de campo (micrós)

AutorDaniel Santillana
CargoMaestría en Estudios de Asia y África con especialización en lengua, literatura y civilización del Japón. Correo electrónico: akutakawa_daniel@hotmail.com
Páginas47-75

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Introducción

Cuando el estudioso de la literatura mexicana del siglo XIX se acerca a la obra de Ángel de Campo y Valle (1868-1908) -mejor conocido por sus seudónimos "Micrós" y "Tick-tack"-, encuentra que ésta permanece casi olvidada en los periódicos en los que originalmente fue publicada, pues no existe suficiente investigación hemerográfica sobre ella. Quiero, pues, presentar al público esta columna inédita de Micrós.

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En el estudio previo pretendo describir sus nexos intertextuales con Bouvard y Pécuchet, novela de Gustave Flaubert (1821-1880). Para ello parto de suponer que la novela de Flaubert continúa en "Siluetas que pasan". En este sentido, sostengo que sus autores Micrós y Federico Gamboa (1864-1939) se autoasumen, entonces, como personajes de ficción, lo cual crea una serie de tensiones entre lo real y lo no-real, tensiones que he sintetizado en pares dialécticos. A cada uno de ellos procuro dar una breve explicación, a fin de entender, de manera más general, el sentido de la columna. El sarcasmo es otro aspecto importante en las "Siluetas...". Sostengo que mediante este rasgo, la columna establece otro puente con la obra de Flaubert, quien concebía su Bouvard y Pécuchet como una manifestación de su desprecio por la humanidad entera. Tal es también, a mi entender, el sentido último de las "Siluetas que pasan".

El rescate de la columna "siluetas que pasan"

La recuperación de las 32 "Siluetas que pasan" que ahora pongo ante el lector adquiere relieve al considerar el conjunto de inéditos de Micrós. Inéditos que, según Fernando Tola de Habich, comprendían, en 1985, el 70% de la obra de Ángel de Campo (De Campo, 1985, 12).

La Semana Alegre (1991) y Kinestocopio, las crónicas de Ángel de Campo en El universal (2004), publicados unos lustros después de la introducción de Tola de Habich, enriquecieron nuestros juicios acerca de la obra de Micrós.

Al listado de obras conocidas de Micrós, podemos agregar, ahora, "Siluetas que pasan", columna que apareció en El Mundo en 1899,1 la cual, dada la fecha de su publicación, habría permanecido en el olvido más de cien años en el Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional.

Encontré la primera noticia de "Siluetas que pasan" al topar con una vaga referencia que hace Gamboa en la entrada de su diario correspondiente al 18 de enero de 1895, en la que se afirma:

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Ángel de Campo (Micrós), uno de nuestros hombres de letras de más poderoso intelecto [...] consiguió hace algún tiempo veinte pesos semanarios en un periódico de modas por unos artículos que alternativamente escribíamos él y yo, subscribiéndolos ora "Bouvard", ora "Pécuchet"; suma modesta que por igual compartíamos y por separado gastábamos. Esta noche vino a darme la noticia de que la empresa editorial que publicaba el semanario de modas, quebró y suprime, por consecuencia, pagos y compromisos. Pude conseguir, sin embargo -me añade riendo-, que por vía de indemnización nos pagaran una última semana... (Gamboa, 1993, 234).

Contando sólo con el dato de los seudónimos, revisé exhaustivamente todos los periódicos y revistas femeninos y de modas de 1894, 95 y 96 que se encuentran en la Hemeroteca Nacional de México, pero no encontré la columna. Pensando que quizá no había quedado rastro de aquel periódico misterioso, había desistido ya de la búsqueda. Cuando, al inquirir sobre un dato de la vida de Micrós, encontré una de las columnas que editó El Mundo en agosto de 1899, descubrí, asimismo, que la columna había aparecido con el título de "Siluetas que pasan". Una vez ubicado el texto, expurgué El Mundo hacia atrás y hacia delante de aquella fecha con el fin de completar mi hallazgo. Dada la imprecisión de la referencia de Gamboa, me aseguré, también, de los seudónimos, para lo cual consulté el Catálogo de seudónimos, anagramas e iniciales de escritores mexicanos de Juan Bautista Iguiniz (Iguiniz, 1913; entradas: Ángel de Campo y Valle y Federico Gamboa), donde encontré la confirmación de los dos seudónimos y la noticia de que el primero alude a Micrós y el segundo a Gamboa.

Además de la importancia histórica que en sí misma poseen las "Siluetas que pasan", es necesario agregar que, hasta la fecha, parece ser el único trabajo que De Campo realizó en colaboración con otro escritor.

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Intertextualidad en "siluetas que pasan"

La autoría como parte de la ficción

Como apuntamos en la introducción, Bouvard y Pécuchet son los nombres con que Flaubert denominó a los personajes principales de su novela homónima.

De Campo y Gamboa adoptan, entonces, ambas identidades, con el fin de realizar un trabajo periodístico específico.

Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert

Bouvard y Pécuchet es el proyecto novelístico más vasto de Gustave Flaubert.

Bouvard y Pécuchet, quienes eran, en palabras de su autor, dos palurdos, se libran de su empleo burocrático (ambos eran copistas) por un golpe de buena fortuna. A partir de ese momento, dedicarán su vida a la lectura y a la investigación de todas las ciencias y sistemas de pensamiento.

De la pausada revisión de todo el saber humano que realizan los dos personajes, proviene el carácter enciclopédico de la novela.

Claudine Gothot-Mersh, estudiosa de asuntos flaubertianos, añade al enciclopedismo de Bouvard... una precisión al describirla como enciclopedia crítica en farsa (Gothot-Mersh, 1984: 818a).

En su Bouvard..., Flaubert se propuso saber, abarcar y criticarlo todo. Una novela así está más allá de las posibilidades humanas porque es casi infinita. Vargas Llosa, al comentar la obra, afirma que "Bouvard et Pécuchet [es una] tentativa imposible, [...] lastrada por una ambición en cierto modo inhumana: lo total. La idea de representar en una novela la totalidad de lo humano [...] [es] una utopía" (Vargas Llosa, 1975: 59).

Por otra parte, ésta que Vargas Llosa llama tentativa inhumana y utópica es caracterizada por Claudine Gothot-Mersch como una "empresa nihilista demencial y sin precedente [...] puesto que trata de demostrar que las ciencias no son científicas, que en todas partes no

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hay más que incertidumbre, contradicción, estupidez y pretensión" (Gothot-Mersch, 1984: 818a).

Una obra con tales características -enciclopédica, inhumana, utópica, demencial y nihilista, y que además aspirara a reflejar la realidad para estar en posibilidad de criticarla- tendría que ser tan abierta y ambigua como la realidad misma.

En Bouvard..., Flaubert realizó su proyecto de "obra total/obra ambigua" (Gothot-Mersch, 1984, 818b) que había acariciado durante largo tiempo. Por otra parte, la ambigüedad de la novela abre las compuertas de la ironía y el sarcasmo. El problema que agobió a Flaubert en Bouvard... consistió básicamente, afirma Levin, en adoptar el punto de vista "de los locos e imbéciles" (Levin, 1974: 361), mostrarlo a sus lectores y conservar el buen humor. Sin embargo, su veta humorística de ninguna manera aparta a la novela de su objetivo final, que es la descomposición de la realidad.

De la gran tarea de disolución que emprendió a través de su novela, Flaubert no esperaba rescatar nada: ni la ciencia ni los sistemas religiosos ni la fe en la humanidad ni la moral ni la noción misma del saber. Todo era basura y tiempo perdido. Acaso el arte era la única posesión preciosa del hombre.

Flaubert reconocía que había escrito su Bouvard... para "vomitar sobre sus contemporáneos el asco que le inspiraban" (Levin, 1974: 355). En este sentido, dice Gothot-Mersch, "uno comprende por qué Flaubert dijo a Du Camp: 'Este será el libro de las venganzas'" (Gothot-Mersch, 1984: 818b).

Bouvard... quedó inconclusa y fue publicada póstumamente en 1881. A partir del plan de trabajo elaborado por Flaubert, podemos vislumbrar lo que se proponía hacer para completar la historia:

Hubiese habido una escena en la que los 2 reformistas daban una conferencia a sus conciudadanos. Pécuchet [el intelectual de la novela] sería pesimista; Bouvard [el hombre de mundo y por cuya fortuna ambos se liberaron del trabajo] sería optimista; el público, sin dejarse convencer ni por uno ni por el otro, sería más hostil que nunca, y el

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asunto acabaría en un escándalo y un punto muerto. Sin embargo, de las profundidades del abatimiento de los 2 ex-burócratas, surgiría una inspiración simultánea: "Copiar, como en los viejo tiempos" [pero] ¿qué iban a copiar?" (Levin, 1974: 365-366).

Aquí es donde Flaubert pensaba integrar el Diccionario de las ideas admitidas. Este diccionario era una antología de lugares comunes, errores de los grandes científicos, pensadores y fracasos de la ciencia.

La intertextualidad de un título

Sostengo que, en correspondencia con una autoría ficcional, el título de la columna es, asimismo, una referencia literaria: "Siluetas que pasan" alude a la Odisea de Homero y a la Eneida de Virgilio.

En la Odisea, al descender Ulises al Hades, en el Canto X, versos 494 y 95 se asienta que "a [Tiresias] solo Perséfona ha dado entre todos los muertos/ sensatez y razón, y los otros son sombras que pasan" (Homero, 2001: 164; subrayado mío). En la Eneida, en el Libro VI, versos 265 y siguientes, la referencia es una invocación a los "¡Dioses que domináis sobre las almas, sombras sin vida..." (Virgilio, 2000: 170; subrayado mío). De acuerdo con estos fragmentos, el título de la columna contiene, en síntesis, una visión sarcástica y pesimista sobre la realidad. En "Siluetas que pasan", el "Yo" que observa les otorgaría racionalidad a las sombras que, carentes de inteligencia, emergen de los abismos de la Ciudad de México. Pero, en la Eneida...

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