Un siglo y medio de Conservatorio IV

AutorSamuel Maynez Champion

En efecto, los próvidos donativos aportados por los benefactores de la Sociedad Filarmónica aunados a las magras y discontinuas subvenciones gubernamentales -éstas por disposición de Juárez, respetadas sucesivamente por Lerdo de Tejada- estaban por debajo del presupuesto elemental que la institución requería para su sobrevivencia.

Vayamos a la misiva que Ignacio Ramírez -en ese momento ministro de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública- envió en enero de 1877 al doctor Liceaga, presidente de la Sociedad Filarmónica, para enterarnos de las cifras y de otros detalles relevantes:

...atendiendo al adelantamiento del pueblo por medio de la instrucción, en todos los ramos que cultivan las naciones civilizadas, el encargado del Supremo Poder Ejecutivo ha observado que el Conservatorio, para cubrir su presupuesto de diez y ocho mil pesos, no cuenta sino con quinientos pesos anuales, procedentes de las donaciones de sus socios, y con las subvenciones irregulares que recibe de la Tesorería General. Para asegurar el porvenir de tan importante establecimiento es indispensable que el gobierno se encargue de sus gastos y dirección de trabajos, sometiéndolo a las reglas que son comunes para los demás establecimientos dependientes del Supremo Gobierno. En tal virtud, el C. Presidente Interino [Juan N. Méndez] dispone que el Conservatorio figure en el número de los colegios nacionales, cubriéndose su presupuesto por la Tesorería Federal. En consecuencia, se nombrará un director para el mencionado establecimiento. Las cátedras profesionales seguirán impartiéndose por las personas y con las dotaciones que forman su plan de estudios vigente. Las demás cátedras y los empleados secundarios serán reglamentados por esta Secretaria...

Entendida la magnitud del déficit financiero que había asolado a la institución en su primera década de vida y cómo la buena voluntad del Ejecutivo vino a solventarlo, conviene que sepamos las cantidades que, a partir de la nacionalización, se destinarían para los sueldos de la plantilla docente (residiendo aquí una de las principales llagas que han recubierto, desde siempre, a la dermis conservatoriana).

Cabe subrayar que, no obstante la módica suma de los honorarios, ya no se le exigiría al profesorado que impartiera alguna cátedra sin ser retribuido y que, aunque fuera exigua, era mejor que la miseria habitual. Sin embargo, resulta sintomático que, sin importar la homologación con los otros colegios nacionales, a los...

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