El serpenteante camino de la mota

AutorEnrique Feliciano H.

La mariguana está en las calles con su descaro e insolencia de mujer fatal. Circula a cielo abierto ahí donde desfila el espectáculo de la vida las 24 horas del día y donde los melodramas reales suelen terminar sin aplausos... No es necesario ya esperar el cobijo de la noche (como registra la memoria oral de décadas pasadas) para internarse con paso de ratero por las callejuelas sin chaquira, canutillo y lentejuelas con el objetivo de conseguir un guatito estrictamente personal.

La yerba ha salido de los callejones de mala muerte de Gari-baldi, La Merced, Tepito, La Candelaria de los Patos y Santa Julia, donde pululó durante muchos años, luego de que Venustiano Carranza firmara la Carta Magna de 1917, declarándola non grata. Y peor, ¡non sancta!

Pero ha resurgido con la misma frescura e indiferencia con la que llegó al continente Americano el 12 de octubre del ya lejano 1492, a lomos de las carabelas que capitaneaba el navegante ge-novés Cristóbal Colón: La Niña, La Pinta y La Santa María.

Entonces la yerba venía procesada en cuerdas, velas y lonas que usaban las embarcaciones, y en textiles elaborados con cáñamo -que así se le conoce también-, con los que se confeccionaban las prendas de los conquistadores.

Ahora se le encuentra por todos los recovecos de la economía informal, mostrando su exuberancia y esparciendo su aroma de dama del mal. Rola entre la gente bonita que adorna las páginas de sociales y entre quienes enfrentan las tormentas de la vida apenas con el salario mínimo, en el entendimiento de que las ilustrísimas autoridades ni la ven ni la huelen, siempre que medie "una corta feria".

Mientras tanto, el humo pesado de la yerba invade el horizonte mexicano, para incitar al pecado y cantar La balada de la loca alegría, como decía el poeta Porfirio Barba Jacob. Pero esta vez, como suele ocurrir en los periodos prohibicionistas, se ha anexado un hatajo de malhechores de la política, autoridades corruptas y policías mercenarios que se han llenado los bolsillos de dinero sucio.

Reprimir la mariguana ha generado un caldito de cultivo idóneo que deja en segundo término las miles de muertes, desapariciones forzadas, levantones, descabezados y descuartizados y, por supuesto, protege la corrupción, la impunidad, la injusticia y el daño social.

La historia de la mota es larga; se extiende por los laberintos de, al menos, unos ocho siglos, desde su descubrimiento en Asia. En México tiene casi 500 años, durante los que ha servido para el desarrollo económico, para aliviar enfermedades, como opción recreativa y, también, para amasar grandes fortunas clandestinas al amparo de su prohibición y satanización.

En 2015 llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que autorizó su consumo con fines recreativos a cuatro personas que se ampararon en contra de la interdicción estipulada en la Ley General de Salud. Y se abrió el debate: los conservadores elevaron sus plegarias al cielo, y los usuarios de la yerba se multiplicaron...

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