Sergio Aguayo Quezada / Sin doctrina

AutorSergio Aguayo Quezada

Si el gobierno de Vicente Fox hubiera formulado una doctrina de seguridad moderna, hubieran enfrentado mejor la tragedia de Tabasco. En lugar de ello engordó el hato de la indolencia.

El estudio de la seguridad nacional parte de ideas bien elementales. Primero se reúne información confiable. Luego se acomoda y procesa con alguna de las teorías que hay en el mercado. Después de un tiempo se obtiene una agenda de riesgos que sirve al Estado para fijar prioridades a partir de las cuales elabora estrategias y asigna recursos para enfrentar, y sobre todo anticipar, las amenazas. La forma como se aplica esta receta varía dependiendo de quién gobierne.

Cuando la seguridad la define un régimen autoritario o dictatorial lo común es que los intereses nacionales se sometan a las fobias y caprichos de quien gobierna. Es común que la prioridad sea el exterminio o la neutralización de aquellos insensatos que ponen en duda, critican o se oponen a las sabias decisiones del gobernante. Esa gentuza sólo merece el tratamiento dado a los perros traidores.

Cuando el régimen es democrático la elaboración de la doctrina adquiere una mayor complejidad. Además de tomar en cuenta e incorporar las perspectivas e intereses de una sociedad plural, hay una ampliación considerable del abanico de temas a incluir. Sin olvidar el combate al crimen organizado o la preservación de la seguridad pública, se incorpora la confiabilidad de las elecciones, el respeto a los derechos humanos y la preservación del medio ambiente.

El gobierno federal navega en los mares de la indefinición. Cuando había autoritarismo estaban obsesionados con la preservación del poder y en el altar de la seguridad nacional sacrificaron a un número todavía indefinido de víctimas. Cuando se consolidó la democracia de baja calidad que tenemos fueron incapaces de elaborar una doctrina de seguridad integral, moderna y democrática. Tabasco es un paradigma de las limitaciones gubernamentales.

Desde hace ya varias décadas la comunidad académica ha insistido, una y otra vez, en la urgencia de incluir al deterioro ambiental en la agenda de seguridad. En México son numerosos los textos que han advertido sobre la gestación de amenazas por la deforestación de las selvas del sur, el desperdicio y contaminación del agua o el abuso en el uso de los vehículos de combustión interna. Las advertencias e invocaciones a la racionalidad sirvieron de muy poco porque los gobernantes mexicanos ni piensan a largo plazo ni...

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