De la segregación al desamparo. Eliminación de centros psiquiátricos, una política de "locura"

AutorAlejandro Saldívar

VALLE DE CHALCO, EDOMEX.- Alejandro Morales, de 47 años, ha convivido entre "presencias" la mitad de su vida. Frente a él, un ente lo maldice, pero no le hace mucho caso. Va y viene en una habitación rodeada de camillas, donde los enfermos psiquiátricos arrullan sus pesadillas. Por momentos sostiene la mirada, pero la presencia lo distrae. Escarba en su memoria, en lo que fue su juventud, antes de que le diagnosticaran esquizofrenia paranoide.

"Yo era paracaidista en la Defensa. Ahí duré tres años, nos pagaban bien. Una ocasión, después de salir del campo militar, me desmayé. Veía muchas calaveritas hacia donde volteara. Al día siguiente no fui a trabajar porque me dolía la cabeza. Ese día como que me borraron de la unidad. Fue como un sueño que yo estuve ahí. La vida me importaba una pinche nuez", relata Morales desde uno de los pabellones del Hospital Psiquiátrico Samuel Ramírez -en los límites de la CDMX con el Edomex-, donde se contabilizan alrededor de 100 pacientes sin contacto familiar.

Aunque Alejandro trata de mantener la conversación, su cabeza es una brújula desorientada, pues los recuerdos que atrae no tienen un norte fijo. Antes de estar internado, las presencias lo alentaron a matar a su padre.

"Un día agarré un palo para matar a mi papá. Había una voz que también oía mi mamá que nos decía: 'Que se muera su marido, que se muera'. Mi mamá sentía feo. Yo sólo quería poner mi granito de arena. Llamaron a la patrulla y me quitaron el palo", cuenta con la serenidad que le proporcionan los antipsicóticos que toma todos los días para amainar la tempestad de sus pensamientos.

-¿Cómo son las presencias?

-Son humanos, pero como vagabundos que no se bañan. Se te suben por los tobillos y se te pegan en las espinillas. Te da mucha comezón. Te tallas con un zacate hasta sangrar. Luego vienen los doctores y te ponen una pomada.

Desde que Alejandro está medicado, las presencias han adquirido otras formas. A veces se le escabullen por el cabello y se le eriza la piel. A veces transmutan en sus compañeros de habitación, a quienes maldice y lanza golpes sin acertar en el blanco.

"Son como un fantasma, una persona. No, dos. Son como mellizos. Cuando se me aparecen camino a la capilla les digo, quítate de mi camino pinche monstruo, por qué me sigues hijo de tu puta madre. Y se van", asegura mientras toca una imagen de la virgen de Guadalupe que lleva en el pecho.

Hay sonidos que activan sensaciones en la mente de Alejandro. Por ejemplo, si a lo lejos escucha el tránsito vehicular, es posible que eso desencadene una sensación en su cuerpo. Si siente una avispa es porque la avispa es...

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