Scherer y su guerra contra el poder autoritario

AutorJesús Cantú

En términos generales, los gobernantes recurren primero al convencimiento a través de un trato amigable con los periodistas o con los dueños de los medios; si esa vía fracasa se pasa a un segundo nivel: la compra de su voluntad. Y, finalmente, si esta segunda instancia tampoco es eficaz, proceden a la desaparición del periodista o del medio.

En los tres niveles las prácticas son variadas y también pueden ser progresivas: en el primero van desde simplemente dispensar un trato amable que el periodista siente como deferente y privilegiado, que normalmente incluye el llamado "derecho de picaporte", es decir, una vía expedita para llegar al gobernante y que el interlocutor eventualmente utiliza para solicitarle favores en beneficio propio o de familiares y amigos.

En el segundo nivel la gama es todavía más diversa, pues el más elemental es simplemente la compra de espacios publicitarios en los medios, que en la mayoría de los casos también se traduce en mayores ingresos para los reporteros, por la comisión que reciben; pero también incluyen desde el otorgamiento de concesiones (las gasolineras fueron uno de los más recurridos) o contratos de prestación de servicios o venta de productos, en los que el periodista funge básicamente como gestor o intermediario, aunque desde luego obtiene jugosos ingresos; y, en su versiones más burdas llega a la entrega de dinero en efectivo o incluso a la complicidad en negocios turbios.

El tercer nivel, la desaparición del periodista, se refiere a sacarlo de los medios, quitarle la tribuna y, por lo tanto, desaparecerlo profesionalmente. En el caso de los medios es el cierre por diversas vías: huelgas, la quiebra o algún accidente provocado. Y obviamente en el extremo está la desaparición física del periodista, que lamentablemente sigue persistiendo todavía hoy en México.

Julio Scherer enfrentó y superó los tres niveles, como da cuenta en su libro Los Presidentes, del que tomé algunos fragmentos en el número 1993 de esta revista, en ocasión del sentido fallecimiento del fundador de Proceso.

El primer presidente con el que Julio Scherer tuvo trato como director de Ex-célsior fue Gustavo Díaz Ordaz. Dadas las prácticas de la época y la condición de cooperativa del periódico, seguramente él estuvo enterado y no entorpeció la designación de Scherer como director del diario el 31 de agosto de 1968.

Pero muy pronto le reclamó, aunque haya sido en voz del entonces secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Ma-nautou...

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