A Saturnino Navazo el futbol lo salvó del infierno

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS.- La pasión de Saturnino Navazo Tapia es el futbol. Desde chiquitito. Es el 23 de mayo de 1922, tiene escasos ocho años cuando Rafael Moreno Aranzadi, su héroe, muere de tifus. Al igual que todos los chavos del barrio obrero de Cuatro Caminos de Madrid, donde vive, el niño admira perdidamente al delantero del Athletic Club de Bilbao, más conocido como El Pichichi por su baja estatura. El futbolista, sobrino del escritor Miguel de Una-muno, es el goleador más talentoso de España. Esa muerte es el primer duelo que enfrenta Saturnino. El chico se promete a sí mismo seguir las huellas de su ídolo y cumple cabalmente su compromiso secreto, dedicando muchísima más energía a los partidos que disputa con la pelota de trapo en las calles estrechas de su barriada que a la escuela. Sus padres se preocupan.

La familia tiene poco tiempo de haberse mudado a Madrid. Abandonó su pobrísimo pueblo natal de Hinojar del Rey, en la provincia de Burgos, en 1921, para probar suerte en la capital. Su padre, panadero, y su esposa sueñan con un mejor porvenir para sus hijos; ven crecer el ardor futbolero de Saturnino cada vez con más inquietud.

Sisólo supieran...

Pero, por supuesto, distan de imaginar que el balompié será la salvación de su hijo en el infierno de Mauthausen...

Mayo y junio de 1934. Dos meses importantes en la vida de Saturnino Navazo.

Alto, delgado y atlético, el joven acaba de cumplir 20 años y luce como mediocampista en el Deportivo Nacional de Madrid -uno de los tres clubes de futbol de la capital española- con el que gana la Copa de Castilla el 24 de junio, tras su victoria sobre el Real Madrid.

La destreza y velocidad de Navazo en la cancha, y su precisión como goleador, llaman la atención de los directivos del Betis Balompié de Sevilla -afamado club de primera división- que se muestran interesados en contratarlo.

La primavera de 1934 es también un momento emocionante para todos los aficionados del balompié: Italia acoge la segunda edición del Campeonato Mundial de Futbol, del 27 de mayo al 10 de junio. Sólo calificaron 16 equipos nacionales, entre ellos el de España. Navazo sigue la Copa del Mundo con sentimientos encontrados.

Por un lado, le fascina la dimensión internacional que va tomando el deporte que venera y, por otro, lo espanta ver cómo Benito Mussolini convierte el Mundial en un instrumento de propaganda política. Siente que el futbol pierde su alma durante la final, entre Italia y Checoslovaquia, que se celebra en el Estadio Nacional de Roma, abarrotado, y concluye con la victoria bastante cuestionable del equipo anfitrión en medio de agresivos cantos nacionalistas y saludos fascistas.

Desde la proclamación de la Segunda República española, en 1931, Saturnino Navazo vive inmerso en la efervescencia política que sacude a Europa y a su propio país, identificándose con el Partido Socialista Español. Republicano convencido, observa con angustia la llegada de Adolfo Hitler al poder en Alemania, en 1933, su acercamiento con Benito Mussolini, en 1935, y vive en carne propia las terribles primicias de la guerra civil que pronto desangrará a España.

1936. Golpe de Estado encabezado por el general Franco. Saturnino Navazo renuncia al futbol y, de la noche a la mañana, se convierte en teniente de...

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