Las ruinas de la patria

AutorJavier Sicilia

Antes que nada la patria es el lugar de los padres -ese es su sentido etimológico-; es, por lo tanto, un territorio, una casa y una comunidad de hombres y mujeres que, como una familia, guardan y viven la memoria fundacional de su pasado, ayudándose y protegiéndose entre sí. Es, en segundo lugar, un conjunto de símbolos que al festejarla cada año, la celebran y nos recuerdan su belleza, su preservación, su ser.

Cuando la casa de los ancestros está llena de grietas, de humedades, de salitre; cuando el padre es un borracho que golpea a la madre y a los hijos y se gasta el dinero en juergas; cuando la madre vende los bienes de la casa y explota a los hijos para dilapidar las mal habidas ganancias en ella; cuando los hijos, desconcertados, ya no saben qué hacer y pasan de la protesta a la apatía o a la imitación de la conducta de los padres; en síntesis, cuando la familia entró en un profundo grado de descomposición y disfuncionalidad, cualquier celebración, cualquier símbolo que recuerde su grandeza, está vacío. Es un alarde sin sustancia, un mal decorado teatral, el burdo encubrimiento de lo que no queremos ver ni aceptar, principio fundamental para empezar a sanarnos y sanear la casa.

Lo que vivimos este 15 y 16 de septiembre fue, como desde hace ya muchos años, un festejo de ese tipo. Detrás de él no estaba la patria, sino una casa en ruinas con una familia disfuncional, cuyos padres, los sucesores de quienes la fundaron y la hicieron posible, no dejan de destruirla, de robarnos, de golpearnos, de explotarnos, de vender nuestros bienes, de sumirnos en la desolación, el terror y el abandono. Encubriéndose cínicamente detrás de los símbolos más sagrados y utilizando el lenguaje patrio para ocultar la realidad, justificar los crímenes más abyectos y mentir, nuestros gobernantes, semejantes a los padres de familia que he descrito, celebraron una patria en ruinas y burlándose una vez más de nosotros, escupieron sobre el sufrimiento, la sangre y las vidas entregadas de nuestros padres fundadores.

Lo que vivimos durante estas fechas patrias fue sólo un mal decorado teatral donde simbólicamente se representó una pésima obra sobre la patria y (dice T. S. Eliot en versión de José Emilio Pacheco) "como cuando en un teatro/ se apagan las luces para cambiar el decorado/ con un hueco rumor de bastidores, un movimiento de tinieblas sobre tinieblas,/ y sabemos que enrollan y quitan de su lugar las colinas y los árboles, el panorama distante/ y la fachada...

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