Romance y culpa en la Muestra

AutorJavier Betancourt

La cuestión es que cuando Sonó Sion recurre a elementos de realidad, los retuerce a la manera del asesino serial que aparece en El romance y la culpa; descuartiza mujeres y compone esculturas combinadas con partes de maniquíes, diseña su propia escritura de luz y color, exigiendo que el espectador desentrañe las composiciones del autor. Arte manierista el de este iconoclasta que aspira a crear nuevos iconos y que por comodidad unos califican de barroco y otros de surrealista.

En El romance y la culpa tres mujeres componen principalmente una especie de Go-lem femenino que destroza los valores machistas de la sociedad japonesa y abre un espacio de liberación femenina. Una detective casada que mantiene una relación misteriosa con su amante; una ama de casa, Izumi (Megumi Kagurazaka), muñeca de trapo casada con un exitoso escritor de novelas eróticas con cero erotismo en la relación; otra, una maestra universitaria de día, Makoto Togas-hi, prostituta sadomasoquista de noche que se convierte en mentara de Izumi; la primera lección es que todo sexo sin placer debe ser pagado.

La pregunta básica en este trabajo de Sonó Sion es si un misántropo confeso, como él, tiene derecho a defender la causa femenina con la excusa de que la mujer lo amedrenta tanto como lo fascina; el riesgo sería complacerse en torturar mujeres en la pantalla con el pretexto de dar lecciones de etiqueta a los hombres, como ocurre con el cine de Gaspar Noé (Irreversible). La respuesta es que este realizador japonés conquista...

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