La risa de Hawking

AutorFabrizio Mejía Madrid

La capacidad de estas nuevas narraciones, especulaciones, y charlas que validó Hawking hicieron que se pudiera hablar del Universo como se habla de política y de futbol, es decir, basados una vez más en nuestras percepciones, intuiciones, aspiraciones, y casi nada en las matemáticas. Hawking incluso aceptó participar en una comedia de situaciones, The Big Bang Theory, que de algún modo reivindicó el arquetipo del científico que vive fuera del mundo y que se mueve en estratos jerárquicos en cuya cúspide está el físico teórico. Esta reivindicación de lo que hoy llamamos "nerd" o "geek" y que antes fue "teórico" es tan vieja como una historia de Tales de Mileto que Hans Blumenberg, en La Risa de la Muchacha de Tracia, usa para describir nuestra relación entre la vida y el pensamiento "de las cosas que nos trascienden". La historia es muy sencilla, aunque no simple:

"Un astrónomo se impuso como norma salir de su casa cada noche para observar las estrellas. Una vez, cuando merodeaba por los alrededores de la ciudad, con toda la fuerza de su espíritu concentrada en el cielo, no se dio cuenta de que había un pozo y se cayó dentro de él. Entonces gritó de dolor y pidió socorro. Una criada de Tracia pasaba por ahí y le oyó, se acercó, vio lo sucedido y le dijo:

"-¿Así que eres uno de esos que quiere ver lo que hay en el cielo pero hace caso omiso de lo que hay abajo de sus propios pies?

"Sin que el astrónomo pudiera contestarle, la muchacha de Tracia se echó a reír."

Esta historia que retoma Sócrates en los escritos de Platón y que ambos atribuyen a Tales de Mileto, describe la distancia entre los puntos de vista del hombre común y el científico. Hay, en efecto, un abismo entre la preocupación por los asuntos humanos y la proximidad de la vida cotidiana. Sin duda Sócrates estaba haciendo una interpretación de su propia posición en la ciudad que lo criticaba por no tener el punto de vista del resto y que acabaría por ordenarle su suicidio. Por eso quien se ríe del teórico es una criada, es decir, una esclava que no necesita mirar el cielo porque cree en los dioses. La muchacha de Tracia es todo aquel que cree que el saber debe tener una utilidad práctica, que la sensatez debe reinar sobre la sabiduría, que no tiene ningún sentido la especulación imaginativa sin el realismo del pozo.

La metáfora vuelve cuando Copérnico defiende su teoría de los astros: los pies nos dirían que la Tierra no se mueve, pero mirar y medir el cielo nos dice que todos los...

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