Ricardo Franco Guzmán celebra 60 años de abogado y 56 como profesor

AutorDr. Alberto Enrique Nava Garcés
CargoDoctor en Derecho por la UNAM. Profesor en el Posgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM.
Páginas28-33

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"Mientras los otros siguen su camino, cuéntame a mí tu historia." Alfonso Reyes (Oración del 9 de febrero)

El doctor Ricardo Franco Guzmán prefiere vivir que recordar; sin embargo, ahora que ha cumplido 60 años como abogado y 56 y seis como profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM, le fue imposible evitar una pausa para rememorar lo vivido desde entonces.

Sentado en su oficina, rodeado de la imponente biblioteca que lo ha acompañado en sus largas horas mientras estudia la mejor estrategia para presentar un caso, acepta hacer un balance y explorar el camino seguido hasta convertirse en el penalista más ilustre y reconocido como profesor de la materia y litigante, en el ámbito jurídico mexicano.

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Infancia

Ricardo Franco Guzmán nació en 1928, en el Distrito Federal, es el quinto hijo de los ocho que tuvieron Timoteo Franco y Josefina Guzmán. Debido a los tiempos que vivían (la guerra cristera en México), refiere haber sido bautizado a escondidas.

A temprana edad aprendió a ser disciplinado y a colaborar con las tareas familiares. Sus padres fueron ejemplo rector de tesón y creatividad; perseverancia con la que, con los años, pudieron transitar desde una casa rentada hasta tener una propia, sin descuidar la formación personal y académica de todos sus hijos. Por otra parte recuerda con calidez la cocina en la que su madre prendía la estufa de carbón y preparaba el baño para que la familia tuviera agua caliente.

Junto a su casa vivía la familia Rojas, propietaria de la casa que rentaban. La señora Rojas era profesora de piano y de manera indirecta le transmitió el amor por la música pues, independientemente de sus ejecuciones al piano, ponía cotidianamente la música de los clásicos: Ravel, de Falla, Beethoven y Mozart, entre otros.

En 1934 cursando el primero de primaria, con un grupo de sus compañeros, fue llevado a la inauguración del Palacio de Bellas Artes. Quedó sorprendido con aquel lugar de mármol, por el impresionante vestíbulo y los primeros murales que veía. En ese sitio de maravillosas dimensiones asistiría años más tarde, en un festival de la escuela secundaria, a cantar la "Serenata" de Paolo Tosti.

Por aquellos años, recuerda, jugaba futbol, y llegan a su memoria los campos, los llanos, el lodo y los goles, junto con los amigos de juego con los que hacía los marcos para las porterías. A veces iba al parque Asturias y veía a su equipo favorito de entonces: el Necaxa. Y los nombres de Toño Azpiri y Horacio Casarín vuelven al campo de juego. De los extranjeros a Lángara y Vantolrrá.

Pero a la par de los juegos de niño, a la música de la vecina y a la disciplina familiar encontró, gracias a sus profesores de Primaria, un nuevo mundo encerrado en los libros. Su encuentro con la Ilíada, la Odisea y El Quijote fueron definitivos.

En los años treinta, recuerda otros eventos significativos, como cuando su grupo escolar fue llevado a la Estación Colonia (hoy monumento a la Madre), a recibir con bolsitas de dulces a los niños que venían de la diáspora española al exilio; cuando se expropió el petróleo y con sus compañeros de escuela fue al Zócalo a cooperar para la indemnización de las empresas expropiadas. También rememora un viaje que realizó en 1939 a los Estados Unidos. Ese encuentro, como ya antes lo han referido José Vasconcelos y Octavio Paz, fue para él muy importante, ya que descubrió fronteras y lenguas distintas.

Observó prejuicios y prodigios tecnológicos, todo en un mismo lugar. Había entonces en Texas autobuses con secciones para blancos y negros: lo mismo ocurría en los ferrocarriles, restaurantes y otros negocios. Pero el letrero que más le impresionó fue el de: "no dogs, no mexicans."

En 1940 ingresó a la secundaria, y tomó como idioma adicional el francés y como oficios la encuadernación y la sastrería. Dice Franco Guzmán: "desde entonces aprendí a planchar y a coser botones."

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Esa época, coincidente con la Segunda Guerra Mundial, de cuyas imágenes e información se enteraba por los noticieros UFA y Pathé proyectados en los cines, lo transformó; lo mismo que su ingreso a un grupo de boy scouts con el que además de irse de campamento profundizó en las normas de educación, de asistencia y amor a la naturaleza. Dos de sus hermanos mayores, estudiantes de Medicina, lo educaron sobre la importancia de cuidar su alimentación...

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