La reserva moral mexicana sale a la calle

AutorPietro Ameglio

El reciente informe del Equipo Bourbaki sobre el costo humano de la guerra en México apunta que el debilitamiento de los Estados-nación hace que éstos sean incapaces de responder a los grupos menos favorecidos y así se “conforman territorios sin gobierno… donde impera la otra ley”, donde se da una lucha despiadada “por la construcción de un monopolio trasnacional creciente de una nueva mercancía”. Y concluye: “Lo que sucede en la territorialidad mexicana forma parte de un proceso global que trasciende su territorialidad. Constituye un momento de una amplia y larga construcción que simultáneamente articula, conflictivamente, a nivel mundial muchos otros territorios nacionales. Es expresión, sin duda, de una lucha intercapitalista de carácter internacional… y lo será durante una muy larga duración”.

Pareciera que la profecía gubernamental se cumple: “Todos somos Juárez”, cada vez más todos los territorios del país están inmersos en una guerra por el control delictual o de los recursos naturales y humanos. La sociedad civil, en su mayoría, estamos padeciendo la realidad sin poder decir “¡ya basta!”, miramos aterrados –ya no sólo con miedo– la construcción de este proceso social que nos corta transversalmente, al grado de ni siquiera poder proponer un lema alternativo: “Nadie quiere ser Juárez” pero en cambio sí “todos somos solidarios con los que viven en Juárez”.

La espiral de violencia en que la autoridad y el crimen organizado nos han instalado tiene un mecanismo motor que ellos y nosotros alimentamos continuamente, intencionalmente o no: la siembra de la inseguridad ciudadana, algo muy diferente a lo que podría ser la construcción de la seguridad. Como sostenía Hannah Arendt, corremos así el riesgo de asumir algún rol de complicidad o de silencio que ayuda a que el proceso se reproduzca: “Una minoría puede tener mucho más poder que su número si la mayoría sólo la observa sin intervenir en sus acciones… (se vuelve un) aliado latente”.

Hace pocas semanas recordábamos ese hecho social increíblemente esperanzador que fue la firma de los Acuerdos de San Andrés entre el EZLN y el gobierno hace 15 años; hace menos de cinco años en México se luchaba, a través de la resistencia civil y pacífica (zapatismo, movimiento oaxaqueño y el de oposición al fraude electoral), por grandes territorios de autonomía, de cambio social, de construcción de un tejido social igualitario, justo, libre y democrático. Hoy día una inmensa mayoría del pueblo mexicano...

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