Al rescate de la soberanía cultural

AutorJorge Sánchez Cordero

Lo anterior obliga a poner dicho debate en perspectiva. Cuando se aborda el análisis de la noción de la diversidad cultural se evoca de inmediato la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de la UNESCO, de la que México es parte (Diario Oficial de la Federación del 26 de febrero de 2007). Este instrumento se discutió y aprobó de una manera vertiginosa e insólita para los tiempos diplomáticos: su discusión se inició en 2001 y fue aprobado por la trigésima tercera Conferencia General de la UNESCO el 20 de octubre de 2005.

A esta premura, sin embargo, pronto se le encontró una explicación. Los relojes diplomáticos estaban perfectamente sincronizados y la estrategia era clara: había que contar con un instrumento internacional que pudiera influir en las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha, cuya conclusión se estimaba para finales de 2005 y cuya discusión se desarrollaba en el seno de la OMC.

Las negociaciones en la UNESCO estaban, pues, regidas por una forma de "estrabismo diplomático" (Vittorio Mainetti). En los corrillos del organismo circulaba incluso la versión de que el reingreso a éste por parte de Estados Unidos en esa época obedecía en mucho al interés de participar en las negociaciones de la Convención e influir en ella de manera importante, lo que en efecto ocurrió... para luego vetarla.

La férrea oposición estadunidense era predecible, tal como lo confirmó con su postura la embajadora Louise V. Oliver, delegada permanente de los Estados Unidos ante la UNESCO, quien al razonar su voto en contra sostuvo que la Convención era un "instrumento proteccionista disfrazado" e incluso hasta "peligroso para la libre circulación de las ideas y de la comunicación".

La relación de fuerzas se había impuesto. El resultado: una Convención que, si bien está impregnada de principios generales muy valiosos, carece de mecanismos operativos que la hagan eficiente. La decisión, en consecuencia, estaba tomada: el debate tenía que ser trasladado a la OMC. Su único contrapeso ahora es la excepción cultural relativa al sector audiovisual, sostenida por la Unión Europea, especialmente por Francia.

Se ha sostenido incluso que la diversidad cultural es la continuación de la excepción cultural que reivindica que los bienes y servicios culturales, dada su naturaleza, obligan a establecer

La Meca. La árabe, otra cultura una normativa diferente que los proteja de la estandarización comercial. Este argumento, sin embargo, es totalmente reductor, puesto que la diversidad cultural no se agota en una nueva fórmula de la excepción cultural; la excepción cultural es una de sus múltiples aplicaciones, pero dista mucho de ser la única; es ante todo un medio para la consecución de la diversidad cultural.

Entre tanto, la polémica se esparció en muchos otros ámbitos y de muy diversa índole.

La culture savante

No obstante esta nueva...

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