El renacimiento del Congreso de la Unión

AutorJohn M. Ackerman

La Cámara de Diputados, en particular, es el recinto que mejor refleja la enorme diversidad geográfica e ideológica de la nación. Los 300 diputados de distrito provienen de cada uno de los rincones de la República, desde Tijuana hasta Tapachula, desde Monterrey hasta Cancún. Y los 200 diputados plurinominales garantizan la representación de la más amplia diversidad de posiciones ideológicas, incluyendo izquierdistas, conservadores, anarquistas, liberales, socialistas, moderados y "ultras", entre otros.

Es precisamente por esta pluralidad, dinamismo y participación tan características del Poder Legislativo, que los presidentes de la República de los últimos dos sexenios, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, han hecho todo lo posible por cancelar su relevancia y autonomía. Como mandatarios que llegaron al poder a partir de votaciones minoritarias y altamente cuestionadas, ambos han tenido un terrible pavor a la voz del pueblo expresado por medio de sus representantes populares.

Calderón, por ejemplo, pactó con Manlio Fabio Beltrones, en 2008, reformar el artículo 69 de la Constitución con el fin de eliminar el requisito de que el presidente acuda personalmente a la Cámara de Diputados cada 1 de septiembre para rendir su informe de labores. Ello fue en respuesta a las aguerridas protestas protagonizadas por la bancada del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la Cámara de Diputados en contra de Vicente Fox con motivo de la presentación de su sexto informe y del mismo Calderón durante su primer informe a raíz del fraude electoral de 2006.

A partir de ese momento, el titular del Ejecutivo federal ha podido evitar cualquier contacto con los "revoltosos" legisladores y organizar su propio espectáculo lleno de aplausos prefabricados para el consumo televisivo, tal y como ocurrirá este lunes 3 de septiembre con motivo de la presentación del sexto informe de gobierno de Peña Nieto. Hagamos votos para que esta sea la última vez que se le permita al presidente rendir su informe sin diálogo o intercambio alguno con el pueblo o sus representantes.

Después de la reforma de Calderón y Beltrones, la estocada de muerte para el Poder Legislativo fue el "Pacto por México" de Peña Nieto. Como documentamos en su momento en estas mismas páginas (véase: https://www. proceso.com.mx/326808/326808-acto-fallido), la forma de aquel acuerdo cupular era aún más preocupante que el fondo. El verdadero propósito del pacto era trasladar los debates y los acuerdos...

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