Releyendo a Melville en Chile

AutorAriel Dorfman

Y, en efecto, el libro es la historia de un picaro que asume muchas identidades a bordo de un barco que surca el Missis-sippi, embaucando a cuanto pasajero se encuentra.

En mis años mozos en Santiago había leído yo ese texto, cuando formaba parte de una extensa biblioteca que mi mujer y yo habíamos acumulado, en desmedro de necesidades domésticas más urgentes. Fue una colección que, por cierto, tuvimos que abandonar cuando nos exiliamos del país después del golpe militar de 1973. Aunque se perdieron muchos tomos, el grueso de la biblioteca todavía nos espera cada vez que retornamos a un Chile ya democrático. Y durante una reciente estadía larga, me puse a releer esa novela, presumiendo que The confidence man podría hacer más comprensible el ascenso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos con base en mentiras y promesas fraudulentas.

Y, por cierto, me asombró cómo Melville pudo anticipar, una por una, cada una de las falacias y artimañas, los trucos retóricos y estrategias rapaces que Trump desplegó en su campaña presidencial.

Sin embargo, lo que no pudo pronosticar Melville era la posibilidad insólita de que los embelecos y seducciones del confidence man le permitiesen algún día tomar el mando del barco en que navegaba, volverse el hombre más poderoso del mundo. En efecto, ¿qué pasa si el estafador se convierte en el insano, ególatra y apocalíptico capitán Ahab que, consumido por su odio hacia la Ballena Blanca, termina sumiendo a su tripulación y su nave en un abismo insondable? ¿En ese caso, qué hacemos los desafortunados pasajeros?

Descubrí que Melville tenía una respuesta a estas interrogantes. En tres novelas cortas suyas encontré diversos modelos de cómo es posible resistir las arremetidas de alguien como Trump.

Empecé con Bartleby, el escriba, en la que el protagonista replica, una y otra vez, con las palabras emblemáticas -"Preferiría no hacerlo"- cada vez que su patrón, un abogado de Wall Street, le solicita que realice tareas típicas de cualquier empleado. Esta obstinada negativa a cooperar con el sistema dominante es tan extrema que Bartleby no sólo queda cesante y sin hogar, sino que muere de hambre en una prisión para deudores.

La protesta pasiva de ese personaje enigmático, que Melville concibió como un manifiesto contra la literatura comercial de su época, puede servirnos, en la era de Trump, como un posible grito de guerra, un llamado a una rebelión pacífica y a la vez pujante contra el abuso del poder. Basta con...

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