Relaciones étnicas y desarrollo económico en Malasia

AutorAlfredo Pérez Bravo; Iván Roberto Sierra Medel
CargoEmbajada de México en Malasia
Páginas127-140

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Introducción

El predominio del Estado-nación como forma eminente de organización política en el mundo contemporáneo parece basarse en la experiencia práctica de que una comunidad con grado elevado de homogeneidad tendría mayor capacidad en la consecución de objetivos compartidos. Sin embargo, los retos del tratamiento equitativo de las minorías y del avance del bienestar social en beneficio de todas las capas de la población destacarían por sí mismos como parte indispensable de la sustentabilidad política, económica y social de cada país.

Ante el preocupante panorama en las últimas décadas presentado por la desintegración de entidades políticas plurinacionales (como fueron los casos de la Unión Soviética, la República Socialista Federal de Yugoslavia y Checoslovaquia), resulta inevitable preguntarse si existen mecanismos de cohesión que apuntalen la viabilidad en sociedades multiétnicas donde distintas comunidades conservan su identidad cultural. Más aún, ante el estancamiento económico en países con manifiesta uniformidad etno-cultural (en el que sirve de ejemplo una parte importante de América Latina), cobra especial importancia la cuestión de si en la interacción creativa pluricultural puede encontrarse una palanca dinamizadora del proceso de desarrollo.

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Los recientes fallos de la Suprema Corte de Justicia estadounidense, en junio de 2003, sobre la constitucionalidad de los programas denominados de acción afirmativa han atizado la polémica sobre la aplicación específica de criterios que benefician a un grupo o grupos étnicos y que se aplican en detrimento implícito de otros. En el ejemplo estadounidense, los jueces evitaron pronunciarse sobre la obligatoriedad de una política de acción afirmativa, pero al mismo tiempo han reafirmado que la justicia básica exige que las minorías compartan los frutos del bienestar.

Un caso tal vez más provocador se presenta en Malasia, donde los derechos de las minorías deben balancearse de modo manifiesto con los intereses de la mayor parte de la sociedad. En este país asiático, es precisamente el grupo étnico más numeroso, los bumiputeras, el destinatario principal de las acciones de reforzamiento económico y de ampliación del horizonte de oportunidades.

Por las características particulares que presenta el caso de Malasia en cuanto a la convivencia social y la evolución de canales para apuntalar la tolerancia interétnica, el presente artículo se dedica a examinar la interacción de culturas en el país, a la luz de sus repercusiones en el desarrollo económico en los años recientes.

Un país, muchas culturas

La convivencia intercultural en Malasia presenta rasgos únicos en el contexto de los países de Asia-Pacífico. Tal vez el más importante de ellos, producto de una evolución histórica en el cruce de caminos que ha representado por siglos el estrecho de Malaca, sea la ausencia de un grupo étnico predominante. En la mayor parte de la zona, cada país se configuró en torno de una etnia que asciende a más de las tres cuartas partes de la población total, como es el caso de la población china en Singapur (77% del total) y de la comunidad tai en Tailandia (89% de los habitantes del país). El peso de las mayorías es todavía mayor en otros países, tales como Corea del Sur y Japón, donde el grado de homogeneidad étnica es casi completo. De hecho, apenas puede hablarse en ambas naciones de minorías nativas, con la posible excepción de algunas comunidades chinas en Corea.

En contraste con los países vecinos, la Federación de Malasia, asentada tanto en la Península Malaya como en el norte de la isla de Borneo (estados de Sabah y Sarawak), no presenta un grupo étnico que por mero peso cuantitativo sea preponderante. El principal componente demográfico, la población malaya, agrupa a poco menos de la mitad de los habitantes del país.

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CUADRO 1. Composición étnica en algunos países asiáticos (año 2000)

Malasia: 47% malayos, 27% chinos, 7% indios

Corea del Sur: 97% coreanos, 2% chinos

Japón: 98% japoneses, 1% coreanos

Singapur: 77% chinos, 14% malayos, 8% tamiles

Tailandia: 89% tai, 6% malayos

Vietnam: 90% vietnamitas, 3% chinos

FUENTE: elaboración propia con base en estadísticas nacionales, The Asia-Pacific Profiles 2002, Asia 2002 Yearbook.

Examen aparte amerita la situación en dos países insulares que, además, cuentan con gran peso demográfico: Filipinas e Indonesia. Puesto que cada uno de ellos agrupa miles de islas, en ambos casos no está exenta de polémica la medición exacta de su composición étnica, la cual incluye tanto grupos presentes en prácticamente toda su geografía (en el caso de la población malaya y la minoría china), como nativos presentes en una sola área.

A pesar de su diversidad poblacional, Filipinas e Indonesia se caracterizan por su alta uniformidad en otras facetas, como es el caso de la religión prevaleciente en cada país. La población católica es tan mayoritaria en Filipinas, como la musulmana lo es en Indonesia. En consonancia con el panorama religioso en otras naciones asiáticas, entre las que puede citarse de modo notorio Tailandia, la religión dominante convoca a más de cuatro quintas partes de la sociedad en los países más populosos del Sudeste Asiático.

Nuevamente, al igual que en la composición racial de su sociedad, Malasia se distingue de la uniformidad relativa de sus vecinos en el plano religioso, pues en la comunidad musulmana local se inscribe aproximadamente la mitad de los malasios.

CUADRO 2. Afiliación religiosa en el Sudeste Asiático

Malasia: 48% musulmanes, 20% budistas, 12% cristianos

Filipinas: 85% católicos, 9% protestantes, 5% musulmanes

Indonesia: 87% musulmanes, 6% protestantes, 3% católicos

Tailandia: 90% budistas, 5% musulmanes

FUENTE: elaboración propia con base en estadísticas nacionales, Asia-Pacific in Figures 2002.

La evidencia histórica y lingüística señala que la Península Malaya ha conocido la convivencia pluricultural desde la antigüedad, incluso en el periodo anterior al establecimiento del Sultanato de Malaca, en el siglo XIII. Pero sinPage 130 duda el mayor impacto en la configuración política de la actual Malasia se desprende del periodo colonial británico desde fines del siglo XVIII hasta la independencia, que se alcanzó en 1957. De modo específico, la intensa inmigración de trabajadores provenientes de China y la India que alentaron los británicos para la extracción de estaño y la explotación de las plantaciones de hule configuró el mosaico poblacional en la península y, en menor medida, en el norte de Borneo.1

Por la influencia económica que gradualmente fueron adquiriendo en sectores como el comercio, los inmigrantes chinos han constituido un campo fértil de estudio en su interrelación con los nativos. Ya en la década de 1930, al describir la gran capacidad de trabajo y la vocación de acumular riquezas en la sociedad china, uno de sus pensadores eminentes, Lin Yutang, citaba como uno de los ejemplos más claros de la prosperidad en las comunidades de emigrantes a los chinos en territorios malayos.2

Si bien las comunidades originarias de la India (en su mayoría tamiles, punjabíes y bengalíes) experimentaban una problemática propia en la convivencia multicultural de la península, la interacción del poder económico de los chinos y la supremacía política de los malayos sería un rasgo definitorio de la Federación de Malaya.3

No son pocos los episodios en el mundo de cuando la llegada masiva de inmigrantes chinos suscitó animadversión de los locales e incluso violencia. En Estados Unidos, la normatividad migratoria terminó por excluirlos en forma expresa en 1882 mediante la Chinese Exclusion Act. La intolerancia antichina se extendió hasta el norte de México, que durante la Revolución fue escenario de persecuciones. En Panamá, incluso llegaron a adoptarse disposiciones constitucionales en contra de la migración de orientales.4

A la vista de los precedentes internacionales, el asentamiento multitudinario en tierras malayas de trabajadores y comerciantes provenientes de China resultó atípicamente pacífico durante la etapa colonial, así como durante los primeros años de vida independiente de la Federación. Ello parecería corroborar el punto de vista defendido por autores locales, respecto a la tolerancia como uno de los rasgos definitorios de la sociedad malaya.5

Paradójicamente, el movimiento político nacionalista políticamente organizado en la Península Malaya emergió precisamente en la comunidad china, conPage 131 el surgimiento de capítulos locales del Partido Nacionalista Chino, Kuomintang.6 En su momento, las guerrillas comunistas que combatieron a los japoneses y al régimen colonial contaron igualmente con líderes originarios de China.

Al transformarse en 1963 la Federación de Malaya en Federación de Malasia (con la inclusión de Sabah, Sarawak y Singapur), el balance étnico experimentó una reconfiguración fundamental: no solamente creció en forma considerable la población china por el ingreso de los singapurenses, sino que debieron reconocer los derechos de las poblaciones que, en las tierras de Sabah y Sarawak, detentaban la misma condición de nativos que los malayos en la península. En función de ello, la composición poblacional del país pasó a concebirse como el grupo bumiputera y el grupo no bumiputera. El término bumiputera (hijo de la tierra) engloba tanto a los malayos como a los habitantes locales en Sabah y Sarawak. Asimismo, se consideran dentro como bumiputeras a las comunidades aborígenes de la Península Malaya (orang asli, negritos y otros). Por su parte, tradicionalmente se ha entendido por no bumiputeras, a las comunidades malasias de origen chino e indio.7

La creación de la Federación de Malasia implicó un reposicionamiento de las comunidades que incluso derivó en una mayor concentración de población china, en comparación con la de origen malayo...

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