De regreso del infierno

AutorAnne Marie Mergier

LYON, FRANCIA.- "Nadie regresa indemne del infierno. Aprendí y sigo aprendiendo a vivir con lo que sufrí. Es arduo". Mourad Benchellali habla despacio. Elige cuidadosamente sus palabras en un afán permanente de sobriedad y sinceridad.

Sentado en un restaurante discreto en el cual citó a la corresponsal, recuerda sin odio, sin amargura ni autocompa-sión la violencia física y moral a las que fue sometido. Cuenta también la forma en que comparte su experiencia con jóvenes seducidos por la propaganda del Estado Islámico (EI) y Al-Qaeda con padres de familia y educadores angustiados por el creciente fenómeno del yihadismo.

Lo anima una fuerza que surgió de lo más hondo de su ser a lo largo de un peri-plo trágico de cinco años que empezó en el verano de 2001 en un campamento de entrenamiento de talibanes en Afganistán y acabó en una cárcel francesa después de dos años y medio de detención en Guantánamo.

Mourad creció en Les Minguettes, un barrio popular inhóspito de Vénissieux, en los suburbios de Lyon.

Su padre, Chelali Benchellali, trabajaba en una empresa de limpieza y era imán en la mezquita del barrio. "Participaba también en misiones humanitarias de las que nunca hablaba en casa. Sin embargo, en 1994 nos enteramos de que estaba en

Bosnia cuando apareció en los noticiarios televisivos: los serbios acababan de detenerlo. Estábamos en plena guerra de Yugoslavia", recuerda Mourad.

Chelali pasó ocho meses encarcelado. Fue sometido a torturas y regreso a Vénissieux más taciturno que nunca. El acontecimiento traumó a Menad, el hijo mayor de la familia.

"Yo tenía 13 años. Mi padre se había convertido en el héroe del barrio y eso me llenaba de orgullo porque no estaba enterado de lo que había sufrido. Menad sí. Cambió por completo. Se volvió más religioso y más político, y eso me impresionó. Me llevaba siete años y era un modelo para mí", dice Mourad.

Con el paso del tiempo, Menad también empezó a viajar mucho. En 1999 pasó un año en Afganistán. Regresó entusiasmado, pero sin explicar claramente lo que había hecho en ese país. Durante más de un año intentó convencer a Mourad de viajar también allá.

"Yo era un joven de 18 años bastante ingenuo. Casi nunca había salido de Vé-nissieux. Trabajaba como agente de mediación social en el barrio, pero mi contrato estaba a punto de acabarse. Practicaba mi religión sin más. Al principio me pareció demasiado peligroso ir a Afganistán. Pero mi hermano me dijo que lo que pasaba allá nada tenía que ver con lo que contaba la prensa occidental, que debía forjarme mi propia opinión y ver cómo se vivía en un verdadero país islámico", confía.

Menad le aseguro también que sus "amigos" se encargarían de todo en Paquistán y Afganistán y que lo ayudarían con sus cursos de árabe y religión.

"Se mostró tan persuasivo que logró inclusive volver atractivo el hecho de viajar con una identificación falsa. Me tranquilizó además ser acompañado por Nizar Sassi, uno de sus amigos, convencido por él de lanzarse en esa andanza."

Mourad y Nizar llegaron a Islamabad a finales de junio de 2001. Los "amigos" de Menad se encargaron efectivamente de ellos. De hecho, los dos jóvenes dejaron de tomar iniciativas en el momento en que pisaron Paquistán. Sólo siguieron instrucciones. Viajaron a Peshawar, cruzaron clandestinamente la frontera con Afganistán. Llegaron a Jalalabad sin saber lo que hacían en esa ciudad y cuál iba a ser la próxima etapa.

Finalmente acabamos en el campo de entrenamiento de Al-Farouk. Fue un choque. Estábamos en una zona desértica en medio de la nada.

Durante dos meses los jóvenes tuvieron que aguantar el calor implacable y la disciplina de hierro impuesta por los talibanes. Aprendieron a manejar armas, aguantaron ejercicios físicos despiadados y duros castigos. Cada noche estudiaban el Corán. El único acontecimiento excepcional en esa rutina de pesadilla fue la llegada en una ocasión de un emir alto, delgado, imponente.

"Todos lo miraban y lo escuchaban con veneración. No entendí su prédica porque mi árabe era muy pobre. Pero un compañero me la resumió en pocas palabras: 'Dijo que los estadunidenses son los peores enemigos del Islam y que deben ser nuestros principales blancos. Habló de morir como mártires y de atentados-suicidas'... Era la primera vez que oía mencionar el nombre de Osama Bin Laden."

Escape de Afganistán

A principios de septiembre de 2001 terminó el entrenamiento. Siempre bajo control de los "amigos" de Menad, Murad y Nizar...

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