La reforma energética en la encrucijada

AutorÁngel M. Junquera Sepúlveda
CargoDirector
Páginas1-1

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México se encuentra en el centro de esta transformación, a pesar de lo cual ha permanecido pasivo. Peor aún, nuestra producción petrolera disminuye a ritmos alarmantes y nuestras inversiones recientes en exploración han sido infructuosas. De mantenerse esta inacción, nuestro principal consumidor no necesitará pronto nuestros hidrocarburos. Lejos de ello, se convertirá en nuestro competidor, con todas las probabilidades de ganar la partida.

El caso del sector eléctrico no es mejor: 33 por ciento de nuestra capacidad de generación proviene de particulares. Dice Macario Schettino que es sólo gracias a las crisis económicas de 1995,2001 y 2008 que la electricidad no se ha agotado pero que, en los años previos a ellas, estábamos cerca de saturar nuestra capacidad.

¿Qué hacer frente a la inevitable revolución que se avecina? Para algunos, la reforma energética no es un esfuerzo modernizador sino una argucia para vejarnos. Sus promotores enfatizan que el debate no es sobre crecimiento y empleos, sino sobre símbolos y esencia patria. No les angustia saber con qué recursos se sustituiría lo perdido por el fisco, puesto que se oponen (en un súbito vuelco libertario) a cualquier alza de impuestos.

En el otro extremo se encuentra la tecnocracia incauta. Con independencia de la racionalidad de su propuesta, no se preocupa por convencer a la ciudadanía de los beneficios de la reforma: sólo se preguntan si los intereses que representan tendrán la fuerza suficiente para interponer un cambio atractivo para los inversionistas.

Desde un punto de vista estrictamente económico, lo que necesitamos es romper el "consenso" estatista de décadas y aprobar una reforma...

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