Los rechazados

AutorAxel Didriksson

La frustración que padecen miles de jóvenes año con año -tanto en la zona metropolitana de la Ciudad de México (donde se encuentra la mayor concentración de instituciones de nivel medio y superior) como en todo el país- va de la mano con su muy pobre formación educativa y cultural, que se va acumulando desde la educación básica y tiene enormes consecuencias negativas en sus trayectorias de vida, laborales, en sus niveles de ingreso y de promoción ocupa-cional. La diferenciación y desigualdad que se vive en el conjunto del sistema educativo va desescolarizando, precisamente a partir de exámenes y pruebas, a grandes segmentos de la población en relación con su condición económica y familiar, su ubicación territorial, su sector social y cultural y hasta por razones de género. Los exámenes de ingreso que se realizan por parte de las instituciones de educación media superior y superior refuerzan estos elementos de in-equidad y los reproducen en sus niveles escolares correspondientes. Ser mujer, vivir en una población rural o indígena, hablar una lengua y poseer una cultura ancestral o ser joven en un barrio marginal en ciudades medianas o grandes, son motivos que hacen que estas personas cuenten con menos posibilidades de continuar sus estudios, por encima de sus talentos, capacidades de interculturalidad o a pesar del éxito que hayan alcanzado en sus trayectorias escolares.

Se trata de la organización histórica de un proceso de escolarización social-mente negativo, convulsivo e ineficaz, para una sociedad que pudiera aprovechar sus grandes capacidades humanas a favor de un desarrollo con bienestar para todos, pero que hace lo contrario. Todo está previsto para ir expulsando a miles y miles de estudiantes año con año, por medio de mecanismos extraeducativos y escolares (una enseñanza orientada a pasar exámenes durante cada ciclo y nivel, pero que ni siquiera los prepara bien para contestar todas las pruebas a las que son sometidos) que se traducen en trabas burocráticas que generan inmensas filas de jóvenes y luego de adultos que no alcanzan a ubicarse en sectores laborales y salariales formales, que les permitan algún tipo de movilidad ocupacional y bienestar familiar.

El gran tema de los rechazados, por tanto, no es sólo que se exijan más lugares donde puedan ubicarse en sus grupos de edad educativos (porque las escuelas no son estacionamientos), sino que lo que está en juego es lo que se enseña y se aprende en esos lugares de estudio, porque...

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