La receta siciliana

AutorMarcela Turati

PALERMO, ITALIA.- En 2001 Angelo Sciortino aceptó la propuesta de sembrar vides en unos terrenos que él y otros agricultores recibirían del gobierno. A pesar del alto desempleo en esta empobrecida región siciliana, el primer año no pudieron contratar trabajadores. Ninguno arriesgaba el pellejo para emplearse con ellos.Tampoco consiguieron quién les rentara tractores.

Temerosa, la esposa de Angelo le dijo que pensara bien su participación en el proyecto. Algunos conocidos le preguntaban en voz baja si sabía en qué se estaba metiendo por trabajar "precisamente esas tierras". No hizo caso.

Para 2009 la cooperativa Placido Riz-zotto, que hizo socio a Sciortino, envasó su primera botella de vino en la naciente vinícola I centopassi (Los cien pasos).

Todavía hoy la producción de esos vinos se considera un hazaña porque los antiguos dueños de las tierras que recibieron los agricultores son miembros de la Cosa Nostra, la mafia que durante más de un siglo ha controlado la vida de los sicilianos con la extorsión, cobro de derecho de piso, usura, contrabando, tráfico de drogas y la imposición del silencio.

El cento passi es uno de los cientos de proyectos ciudadanos que han florecido -principalmente en el sur de Italia- para dar "uso público y social" a las propiedades confiscadas a los mafiosos. Esto está incluido en la ley 109, aprobada en 1996 después de una intensa movilización que dio como resultado un documento en el que un millón de ciudadanos exigieron al Parlamento la aprobación de esta medida para dar un golpe al corazón de la mafia: sus finanzas.

Pero en tierras como éstas hacer valer la ley del Estado puede ser suicida pues la mafia sigue activa.

"La gente tenía miedo de entrar a trabajar con nosotros porque los mafiosos controlaban todo; eran los que daban el trabajo, aunque mal pagado y con dinero de las drogas. El 70% de la gente de mi pueblo trabajaba para los mafiosos. Yo fui a la misma escuela que los hijos de los mafiosos, que siguieron los pasos de sus padres. Era el único trabajo que había y quienes no estaban de acuerdo con sus reglas, se tenían que ir", cuenta este cooperativista cuarentón de pelo cano.

"¿No te da miedo?", se le pregunta a Sciortino, después de que dice que su cooperativa trabaja la hacienda que pertenecía a Rosario Genovese, uno de los jefes del clan Brusca, aquél que asesinó al juez Giovanni Falcone.

Este hombre larguirucho, cuya ropa refleja el desaliño y el polvo de quien se dedica a cultivar la tierra, responde: "No pienso en el miedo, pienso en toda la gente que murió para que nosotros estuviéramos trabajando aquí. Si ellos hubieran tenido miedo no hubiera cambiado nada. El tío de mi esposa era un sindicalista que con otros ayudaba a los campesinos, y a uno de ellos lo asesinaron; a otro le dijeron 'te vas mañana o te matamos' y se fue. Mucha gente se ha tenido que ir por eso y porque si no estás recomendado por el boss, no tienes empleo".

Para llegar a esta cooperativa vinícola hay que cruzar una brecha rodeada de viñedos. En la enorme fábrica se dan recorridos para observar el proceso de transformación de las uvas en vino, hasta su embotellado.

Ahí está el vino hecho con uva blanca catarratto, dedicado -según su etiqueta-al legislador...

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