El rapto (I)

AutorSamuel Máynez Champion

Con esta aseveración en el aire, hemos de proceder con la narración de un hecho delictivo de cuyas consecuencias emanó el origen de una rama familiar que sigue expandiéndose e, inclusive, derivaría la escritura misma de estas líneas. Como es natural, en la relatoría de hechos y de personas la selección es inevitable, así como su posterior salida de escena. Vayamos pues, a los albores del México Independiente. La fecha es imprecisa, mas no la ubicación: nos situamos en la hermosa ciudad de Saltillo, en el futuro Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza.

Fue así que un tal Mr. Prince, irlandés de nacimiento, se afincó en la comarca coahuilen-se dejando su pasado a la espalda, sobre todo las hambrunas y la carencia de oportunidades. Podemos suponer que al no encontrar ninguna mina que pudiera darle la prosperidad anhelada, optó por fundar una fábrica de hilados a la que bautizó con el antiguo nombre latino de su tierra: La Hibernia No pasó mucho tiempo para que el advenedizo industrial comenzara a hacer fortuna y se volviera un atractivo prospecto de marido. Es de presumirse que el irlandés había llegado célibe, aunque no hubiese importado que no lo fuera a la hora de rehacer su vida en el nuevo lugar de elección. El caso es que ahí hace su aparición la señorita María Elena Rojo, con quien decide matrimoniarse y con quien procrea descendencia.

De la numerosa prole Prince Rojo aquella que nos interesa es la niña Margarita, ya que fue ella quien dio las mayores muestras de talento musical de la familia. Margarita Prince recibió lecciones de piano de su propia madre y también tuvo una maestra particular, de esas que mitigaban su soltería bordando y aleccionando párvulos sobre el taburete de un destartalado piano vertical.

Lo siguiente que sabemos de la maestra Margarita es que se volvió consciente, a muy temprana edad, de la urgencia de crear en Saltillo algún centro educativo que pudiera aminorar el rezago artístico reinante abriendo, por ende, la primera academia musical de la ciudad. Como nombre llevó el de Academia Santa Cecilia y por sus aulas desfilarían decenas de educandos. Asimismo, la maestra Prince tuvo una especial predilección por el bel canto y no dejó pasar oportunidad para presentar dentro de su academia recitales con las obras del repertorio lírico en boga. Como era de esperarse, ni ella ni sus pupilos podían perderse las funciones que ofrecían las compañías itinerantes de ópera y zarzuela que llegaban a México...

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