La rabia de Gary Noling

"Una tarde de febrero irrumpió en la casa mi hijo Lucas dando patadas en la puerta de entrada, gritando: '¡Se murió Carriel ¡Se murió Carriel'. Se me heló la sangre. Su hermana acababa de salir hacía tres horas. Era imposible.

"Afuera hacía mucho frío. Era el 28 de febrero de 2009. Me pidió que lo siguiera. Me puse mi abrigo y fuimos a la ciudad. Cerca de un bar, la policía había atravesado un vehículo, como para aislar el lugar de un crimen. Un detective me vio y me preguntó: '¿Es usted el padre?'. Respondí: 'Sí. ¿Es verdad que está muerta?'. Me contestó: 'Sí. Lo siento, está muerta'.

"Me fui dando tumbos, caminando sin sentido, hablando a la gente, gritando, aullando. Estaba como loco. Mi hija mayor salió del bar y me gritó '¡Papá, papá, papá!', y le respondí: "Tú ya no tienes padre, acaba de morir, está en el asiento de atrás de ese coche, con tu hermana'.

"No hay palabras para describir el horror. Carrie regresó a la casa cinco días. Sólo la vimos cinco días y eso fue todo. Como tengo dos trabajos, estuve con ella únicamente dos horas. Yo creía que tendría toda la vida para estar juntos. Nada más la tuve cinco días."

Gary Noling tiene un tatuaje dedicado a su hija en cada brazo, y las tres placas de identidad militar en metal de la joven soldado colgadas al cuello. Gary Noling tiene una rabia que hace olas. Una rabia que lo sumerge, lo hunde, lo ahoga y, a la hora de la resaca, "Papá Noling" -como lo apodan cariñosamente sus amigos veteranos- está deshecho, mudo (...)

El cuerpo inánime de Carrie Leigh Good-win fue encontrado en el asiento de atrás de un vehículo, parado en un estacionamiento rodeado de inmensos árboles, en Alliance, en Ohio. "Murió en un lugar muy bello", solloza Gary, conmovido hasta las lágrimas, como para convencerse a sí mismo.

"Su violador tendrá derecho a honores, podrá ser enterrado en el cementerio nacional de Arlington, en Virginia, pero mi hija no. Este tipo merece que lo entierren en una alcantarilla", dice.

Gary platica, a quien quiera escucharlo, sobre el infierno que vivió Carrie cuando se integró a los Marines. Viaja tanto como puede, para alertar a los padres de futuras reclutas del ejército. Los previene: "No dejen que sus hijas se enrolen, no hasta que las cosas hayan cambiado. Una de cada cuatro será violada".

Cuenta: "Una mañana, recibí una carta de Carrie que decía: 'Papá, quiero regresar a casa'. No le pregunté por qué. Ella escribía cada vez menos desde que había llegado a la base del Campo...

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