Un puerto sin límites

AutorRicardo Garza

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CIUDAD DEL CABO, Sudáfrica.- "La ciudad más bella del mundo", así es como muchos expertos en turismo definen este polo urbano de África, y no exageran. Museos, vida nocturna, comida y bebida exóticas, millones de flores, arte, paisajes inigualables, lujosos centros comerciales, playas blancas y cultura: Ciudad del Cabo tiene la capacidad de saciar las exigencias de toda clase de viajeros.

El muelle de la reina y del príncipe

Músicos callejeros, barcos pesqueros, restaurantes y almacenes aparecen en primer plano. Más atrás se elevan los modernos edificios, y en el eterno fondo sobresale la Montaña de la Mesa, con sus mil metros de altura y su cima aplanada. Al otro lado está el Océano Índico y, a lo lejos, la isla Robben, en cuya cárcel encerraron a los opositores del apartheid. Esta maravillosa postal se percibe desde el Victoria and Alfred Waterfront, muelle que debe su nombre a la reina Victoria I del Reino Unido y a su hijo Alfred, quien lo construyó en 1860.

La génesis y evolución de Ciudad del Cabo se fusionan en este lugar: modernos hoteles conviven con antiguas edificaciones, como la Torre del Reloj, ícono del puerto, cuya construcción concluyó en 1882.

Aquí también se encuentra la Plaza Nobel, que reconoce con estatuas a Albert Luthuli, Desmond Tutu, Frederik de Klerk y Nelson Mandela, luchadores por la equidad social. Sin estatua, pero presente a través de sus novelas está J. M. Coetzee, ganador del Nobel de Literatura en 2003 y que nació en esta metrópoli.

El mercado verde

No existe cultura africana que no se exhiba en Greenmarket Square, plaza en la que se instala diariamente un mercado callejero de artesanías traídas de todo el continente.

Esta plancha de concreto era hace siglos un mercado de esclavos, después lo fue de vegetales, y hace 50 años era tan sólo un feo e insípido estacionamiento.

Pero, a principios de los 80, el ciudadano Bob Hayward propuso que el espacio se usara para instalar puestos en los que se vendieran artesanías indígenas. La idea tuvo eco, y en pocos meses el lugar se convirtió en un atractivo turístico.

En sus pasillos se encuentran mercaderes como Sheikh Sarr, quien trae de Senegal, Costa de Marfil, Burkina Faso y Ghana máscaras de madera y estatuas de metal; o Zanele Gwebe, quien vende collares, pulseras y cinturones hechos de chaquira por mujeres zulú.

Máscaras de todo tipo, pinturas sobre tela, ropa, figuras y hasta juguetes fabricados con desechos inundan el Mercado Verde.

Avenida...

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