Voces/ A puerta cerrada

AutorFernando Ortíz

En las personas suelen existir tendencias opuestas. Por un lado todos deseamos privacidad. Al cerrar la puerta de nuestra casa por dentro esperamos sentirnos seguros, dejando fuera a los extraños. A veces también deseamos estar solos. Una vivienda tiene privacidad interna si permite el aislamiento voluntario de algunos ocupantes respecto a los demás. En México, el 42.5 por ciento de la población vive hacinada (Julio Bolvitnik, en La Jornada, 22 de febrero 2002). Seguramente no era éste el caso de los 12 ocupantes de la casa de Big Brother. Ninguno parece venir de una familia de escasos recursos, pero gustosos se sometieron a un hacinamiento pudiente, renunciando tanto a la privacidad externa (cualquiera que tenga televisión puede asomarse a su cuarto, y, en el caso de que tenga Sky, lo puede hacer 24 horas al día) como a la interna (comparte su intimidad con 11 desconocidos).

Pero en Big Brother, el deseo de privacidad cedió, en los 152 mil 520 compatriotas que se inscribieron al proceso de selección, para establecer un récord mundial, al deseo de ser vistos. Luciano Rispoli, un conocido psicoterapeuta italiano, ha descrito experiencias como el ser visto, ser escuchado, y ser valorado. Si lo que querían los residentes de la casa Big Brother es ser vistos, ya lo lograron. Cientos de miles de televidentes han mirado cómo desayunan, platican y se quedan dormidos.

Aparecer en un horario estelar en uno de los canales de Televisa al menos durante dos semanas, en el caso de ser el primer expulsado, asegura la fama instantánea, una suerte de omnipresencia en los medios. Por eso varios de los 12 elegidos decían que el hecho de estar ahí significaba ser un ganador. La mayoría de ellos estudia, o tiene una profesión a la cual no le iría mal salir en la tele todos los días.

La fama tiene su propio valor. Es agradable, al menos al principio, ser conocido por desconocidos. Hay quien lo consigue saliendo en la tele y a quien le gusta escribir un artículo como éste con la esperanza de que alguien lo lea.

A un nivel más personal, sin embargo, estas necesidades no quedan satisfechas. Necesitamos ser vistos y valorados por las personas que son cercanas a nosotros emocionalmente. Con los televidentes, o admiradores uno no establece relaciones cercanas, de modo que la necesidad de ser valorado no se satisface a plenitud. Es más, muchas personas que buscan ávidamente la admiración del público tratan, sin conseguirlo, de sanar la...

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