Los problemas de la reforma fiscal

AutorÁngel M. Junquera Sepúlveda
CargoDirector
Páginas1-1
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El Mundo del Abogado / Octubre 2014
Los problemas de la reforma fiscal
En el escenario de las reformas que ha echado a andar
el presidente de la República, reformas que ponen a
México a la vanguardia, hay una que aún no cuaja. Una
que todavía no convence ni a tirios ni a troyanos: la fiscal.
No podemos esperar resultados inmediatos de ninguna de
estas reformas, de acuerdo, pero en el caso de la fiscal, su
estructura no permite que se anticipen beneficios a corto ni
a mediano plazo.
Para empezar, sus metas no se advierten claras. En el
informe que emitió recientemente Oxfam, se destaca que
la política fiscal del Estado mexicano ha mostrado su fracaso
a la hora de cumplir con los propósitos que debiera tener
todo ejercicio de esta índole: se ha convertido en herra-
mienta para garantizar la clientela electoral en lugar de
buscar una distribución más equitativa de la riqueza.
Al centrarse en el impuesto al consumo, que afecta
particularmente a las clases medias y bajas, dice Oxfam,
ha permitido que las personas y los grupos más ricos sigan
enriqueciéndose sin tener que pagar impuestos. La elusión
fiscal es altísima y se castiga poco. El sistema tributario
de México, añade, depende de modo desmedido de los
recursos naturales, lo cual incentiva la “pereza fiscal”. La
autoridad no se preocupa por aumentar los ingresos públi-
cos a través de impuestos directos a los ingresos y —diría
Piketty— “a la riqueza”.
En segundo lugar, los deficientes mecanismos para
detectar a los evasores de algún modo explican que México
se encuentre entre los 20 países que más dinero poseen
depositado en los paraísos fiscales, como ya lo ha advertido
Tax Justice Network. Mientras los extremistas de izquierda
se desgañitan para que los recursos energéticos no vayan
a manos extranjeras, son los mismos mexicanos quienes,
en algunos casos, recurren a paraísos fiscales para que se
administre su dinero en otras latitudes, sin tener que pagar
un solo peso de impuestos. Y sin que su dinero se quede en
el país, naturalmente.
Un tercer problema podríamos hallarlo en la transpa-
rencia. La estrategia del SAT para “balconear” a quienes no
están al corriente de sus impuestos, en principio se antoja
sana. Pero no es equitativa: el SAT se ha negado a revelar
nombres y montos de quienes, hasta hace unos años, se
beneficiaron con las cancelaciones y las condonaciones
EDITORIAL
de impuestos, dando la impresión de que quiere proteger
a unos cuantos. ¿Quiénes son éstos? Al parecer, nunca lo
sabremos.
Esta opacidad es sospechosa y resta legitimidad a la
autoridad. Hasta finales de 2013, el secreto fiscal que tenía
que ver con cancelaciones y condonaciones estaba resguar-
dado por el artículo 69 del Código Fiscal. Pero el artículo se
ha reformado y el SAT no tiene ya ningún argumento legal
convincente para resistirse a dar a conocer los nombres de
los beneficiarios.
Otro problema —quizás el más visible y difícil de ponde-
rar— estriba en los resultados que han empezado a produ-
cirse. El informe que emitió el Centro de Estudios Econó-
micos del Sector Privado (CEESP) en septiembre de este
año, asienta que las reformas estructurales no han evitado
que México haya caído seis niveles en el Índice de Compe-
titividad del Foro Económico Mundial y que el aumento de
impuestos no haya producido efectos encomiables. Al con-
trario: ha frenado el consumo y retrasado muchos proyectos
de inversión. “No debe extrañar que México siga inspirando
bajos niveles de confianza”, concluye el CEESP.
Finalmente, está el tema de la corrupción. Según el
informe de Wealth and USB Billionarie Census de 2014,
en Latinoamérica hay 153 multimillonarios (personas con
fortuna personal de más de mil millones de dólares) y esta
cifra aumenta vertiginosamente en la región. En México hay
21. Si en otra época esto era señal de aliento, hoy lo es de
preocupación. Sobre todo, cuando atestiguamos las caren-
cias que existen en educación, trabajo, salud y alimentación.
¿Qué se hace con nuestros impuestos? ¿A dónde van a parar?
¿Tiene razón Mexicanos Primero, la organización no guber-
namental que ha instalado una pantalla donde se explica cómo
se desvían los recursos que debieran invertirse en escuelas
y maestros bien preparados? ¿A quién beneficia la política
fiscal? ¿Cómo se está fiscalizando a los sindicatos? Hay quienes
afirman que el gasto social comenzará a notarse en 2015, con
miras a influir en las próximas elecciones. Es posible. Pero
el sistema fiscal de una democracia moderna, insistimos, no
puede estar condicionado al clientelismo electoral.
Ángel M. Junquera Sepúlveda
Director

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