Presentación

AutorComité Editorial
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Se dice que el siglo XXI será posiblemente de guerras étnicas y religiosas. Así parece confirmarlo la progresiva destrucción de los estados nacionales y sus tejidos sociales, originada fundamentalmente en el fortalecimiento y la implantación a escala planetaria de un capitalismo salvaje y depredador, escondido detrás de un rostro fingidamente humano y democrático. En efecto, hoy, por todas partes o en todos los lugares, a diestra y siniestra, tienen lugar flagelos en nombre de la democracia y el progreso humano. Además, las palabras se vacían de sentido o éste se invierte, con lo que, por ejemplo, la hipocresía, el despojo y la mentira se convierten en virtud. Parece que existe un orquestado juego, consistente en apostar a tergiversar las palabras, y a tal situación no ha escapado un término muy importante capaz de ayudar, en lo posible, a mejorar la convivencia humana. Nos referimos a la palabra tolerancia, la cual, como los bostezos, sólo pasa de boca en boca mientras que, en la práctica, sobre todo actúa o se aplica su antónimo, la intolerancia.

La idea de la tolerancia, en su sentido moderno y más amplio, inicialmente apareció en Europa como el derecho a disentir en materia de religión sin tener que sufrir castigo alguno. Así, en su intrincada historia encontramos, por ejemplo, la existencia de una Iglesia primitiva que en nombre de la tolerancia, con el paso del tiempo, se convirtió en su contrario. Como un valor ético, su presencia en la historia ha tenido avances y retrocesos, pues, desde siempre, religiones, partidos políticos, estados y gobiernos, no han dejado de perseguir y reprimir en nombre del bien público o común, y de la tolerancia, por supuesto.

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La...

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