La precariedad del orden cultural internacional (Primera de dos partes)

AutorJorge Sánchez Cordero

Redactado en forma interrogativa, el oxímoron del poeta francés Alphonse de Lamartine que sirve de introducción a este ensayo sugiere que el espíritu de los individuos, de los grupos y de las sociedades se encuentra inevitablemente imbuido en ciertos objetos culturales que forman parte de su identidad y, por extensión, de su esencia. Los bienes culturales son ambivalentes una vez desplazados de su función primaria. Llevan consigo el espíritu de aquellos que los crearon o veneraron. Y esta ambivalencia es inherente al tráfico de bienes culturales, que se agrava cuando entran al mercado internacional del arte contra la voluntad de sus creadores.

En la década de los setenta del siglo pasado, y en un acto de contrición, John D. Cooney, curador del museo de la ciudad de Cleveland, aseguraba que 95% de los bienes culturales existentes en los museos estadunidenses habían sido ilegalmen-te importados (K. E. Mayer). Al margen de la exactitud de esta aseveración, el pillaje en perjuicio de nuestro patrimonio cultural es una realidad que debemos enfrentar.

Ante el incremento del saqueo y del tráfico ilícito de bienes culturales, la comunidad internacional ve con impotencia y consternación el expolio del cual son objeto sus patrimonios culturales. Los países de origen han tratado de explorar nuevas fórmulas en el ámbito internacional que puedan proteger estos patrimonios de manera eficiente.

La restitución de bienes culturales robados o ilícitamente exportados, sujeta a controversias de una alta sensibilidad en los países de origen, encuentra en el status quo una gran frustración, toda vez que los laberintos legales que tienen que transitarse son cada vez más complejos y las resoluciones de los tribunales que se pronuncian son impredecibles. La agenda internacional se ha saturado en los últimos años con propuestas de muy diversa índole, en las cuales abundan los cuestionamientos pero escasean las respuestas.

Para estar en sintonía con la lógica actual, cualquier argumento sometido a ponderación debe ser validado primero por el mercado. En consecuencia, el robo de bienes culturales continuará en tanto que la demanda exista y el tráfico sea rentable. Los controles para frenar el pillaje y la exportación ilícita implican altos costos para los países de origen que distan mucho de corresponder a los magros resultados.

En la segunda mitad del siglo pasado empezó a hacerse más perceptible una conciencia que dio origen a diversas convenciones internacionales, cuya especificidad normativa está determinada por las distintas conductas que los Estados han asumido en la historia, pero en donde se distinguen dos perspectivas fundamentales: por un lado, la protección de bienes culturales en tiempos de conflicto armado y, por otro, su protección en tiempos de paz.

En esta segunda perspectiva destacan las convenciones de la UNESCO, especialmente las de 1970 y 1972...

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