El Pozolero y sus 300 "talachas"

AutorMarcela Turati

¿Y él qué explicaciones da acerca de eso?

-Me creerá que de eso no me ha dicho.

Cuando le digo, sólo me responde: "Tú mejor que nadie sabes cómo soy yo".

Irma es una mujer de más de 50 años, cara redonda, pelo al hombro teñido de rubio cobrizo. Es robusta. Viste una camiseta gris, sencilla. Vive en una casa a la que se llega cruzando la cochera techada de una casa vecina, un tanque de gas, un tendedero de ropa y una lavadora, en un barrio del pueblo de Tecate, ubicado en el desierto mexicano, en la línea fronteriza con Estados Unidos.

A Irma se le traban las palabras cuando quiere referirse al empleo de Santiago Meza López, su marido. Habla de "ese trabajo", da rodeos ("¿cómo le puedo decir...?"), hasta que termina por llamarlo "eso". La conversación se llena de obstáculos, pero no la interrumpe. Parece deseosa de hablar sobre su esposo preso, aunque hasta ahora, y desde hace cinco años, no ha tocado con extraños este tema.

Dos horas antes, cuando golpeé la puerta de su casa para entrevistarla, parecía asustada, pero me invitó a pasar y, apenas entré a su vivienda color rosa pastel, de dos pisos y pocos muebles, empezó a hablar. En la planta baja están la cocina y el comedor, donde hay una cómoda con espejo y un altar a San Judas Tadeo (el santo de las causas difíciles), un televisor de pantalla plana y un sillón donde permanece, como una estatua, Irene, su hija de 30 años, con los ojos clavados en el piso. Es la mayor de sus cuatro hijos y parece dopada. Pero no lo está: hace cinco años dejaron de usar medicamentos para domarle la conducta y esta tarde, simplemente, está cansada.

Una niña de cinco años, cabellos rubios, ojos color verde intenso, baila y canta alrededor hasta que su mamá -nuera de Irma- la llama a jugar al piso de arriba. Es la "ca-chorrita", como le dice su abuelo cuando habla con ella por teléfono desde el penal de máxima seguridad de Almoloya, en el centro del país, donde son encerrados los criminales más peligrosos de México.

Irma dice que su esposo está en la cárcel porque fue enrolado en el narcotráfico cuando migró a Tijuana a buscar trabajo como albañil. Ella no lo dirá, pero está probado que se inició con el cártel de Tijuana, comandado por los hermanos Arellano Félix, amos de esa ciudad fronteriza, y terminó en el de Sinaloa.

Santiago Meza López trabajaba para el narco, pero Irma se rehúsa a creer que dentro de la cadena productiva del crimen organizado "su viejito", su marido, su Santiago, haya hecho el trabajo...

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