Porra inmerecida

AutorDenise Dresser

Y quizá por ello el presidente tiene cara de que preferiría estar en cualquier otra parte menos allí. Tanto para quienes participan en el acto como para quienes lo escuchan, el informe anual es como una visita al dentista: no hay más remedio. No hay más opción que escuchar la retahila de cifras, datos, logros, y pensar que Enrique Peña Nieto no tiene idea del país que gobierna.

El país herido. El país adolorido. El país incrédulo. El país de Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato, Ostula y -como cereza en el pastel- el informe de Virgilio Andrade sobre las casas y los contratistas que no provocaron conflictos de interés. Ante el periodo más difícil de su paso por Los Pinos, Peña Nieto apenas alcanza a reconocer hechos que "lastimaron" a la sociedad. Ante 12 meses de desaparecidos y asesinados y ejecutados y corrompidos, México se merecía más. Un discurso menos triunfalista y más sobrio. Un informe que se centrara menos en la aprobación de las reformas y más en los obstáculos que enfrentan. Los frenos reales que en algún momento reconoció. La pobreza. La desigualdad. La corrupción.

Pero, como lo señaló el periodista Esteban Illades: "En el año más duro de su presidencia, Enrique Peña Nieto dedicó menos de dos minutos, en un informe de casi dos horas, a hablar de los problemas nacionales". Porque su propio gobierno frena el reformismo exaltado precisamente en el ámbito que ha acabado por empantanar al gobierno. La corrupción no reconocida, no atendida, no sancionada. Todos exonerados de acciones que hubieran provocado la caída de gobiernos verdaderamente democráticos con comisiones anticorrupción independientes. Con fiscales autónomos. Con medios que actúan como contrapeso y son celebrados como tales. En lugar de ello, el sexenio prosigue con un secretario de Hacienda que pagó la casa de Malinalco que le "compró" a Grupo Higa con obras de arte sobre las cuales no quiere responder preguntas, y con un cheque por 500 mil dólares que el contratista se tardó 10 meses en cobrar. Meses en los cuales consiguió más contratos gubernamentales. Meses de gracia con los cuales no hubiera contado cualquier otro ciudadano.

Entonces, cuando Peña Nieto reconoce la falta de confianza de la población en el gobierno, en su liderazgo y en las instituciones, debería entender que el problema comienza en casa. En la Casa Blanca. En la casa de Ixtapan de la Sal. En la casa de Malinalco. En procesos irregulares que fueron tapados con el manto protector de una ley hecha a modo...

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