Ponciano Arriaga (1811-1863)

AutorJosé Primitivo Rivera
Cargo del AutorEscritor y periodista veracruzano
Páginas5-58
5
I
Desde los insurgentes que rebelaron la Patria, hasta
los batalladores de 1855 que pelearon por darle
forma, hay diversos periodos que estudiar.
Los súbditos de 1810 se alzaron para crear la
nacionalidad; los soldados que acaudilló Iturbide
—el doblemente traidor— se fundieron con los
inmaculados de Guerrero, para darle vida; los soña-
dores de 1824 buscaron, a pesar de sus aberracio-
nes, la manera de hacerla prosperar; y los legisla-
dores de Ayutla, haz tan apretado como pequeño y
tan inteligente como audaz, trabajaron sin descanso
para cimentarla.
Ponciano Arriaga (1811-1863)
por José Primitivo Rivera*
* En: Liberales ilustres mexicanos. De la Reforma y la Intervención,
edición de Daniel Cabrera, México, imprenta de “El Hijo del Ahuizote”,
1890, facsímil, Miguel Ángel Porrúa, 2006.
José Primitivo Rivera (1869-1916). Escritor y periodista veracruzano,
importante colaborador de El Monitor Republicano y El Diario del Hogar.
Figura entre los liberales radicales.
6JOSÉ PRIMITIVO RIVERA
Parece, a primera vista, que en la revolución de
que fueron corifeos Villarreal, Álvarez y Comonfort,
no hay más elemento de lucha que el producido por
un hondo descontento.
En efecto, cuando se recuerdan las vejaciones de
Santa Anna, se aprecia el profundo malestar de las
clases pensadoras y se comprende por qué se lan-
zaron a la revuelta y por qué triunfaron. En aquella
lucha encarnizada, la victoria tenía que estar de
parte de aquéllos que peleaban con el denuedo que
da la de sesperación por sufrimientos irremedia-
bles, y la fe en una causa que será la prosperidad
del porvenir.
Pero si, afanosos de inquirir cuáles son los fac-
tores todos que integran un hecho, nos acercamos a
ese grandioso alzamiento de Ayutla, advertiremos
que no es el descontento polí tico el único factor de
la revuelta.
Una agitación sorda y amenazadora se difundía
a través de las distintas capas sociales. Las pri-
mera, esto es, las ilustradas, pugnaban por quitar
de sobre sus hombros la tiranía; las segundas, esto
es, las menos ilustradas, muy particularmente las
que vivían alejadas de las capitales, anhelaban por
acabar con las extorsiones de que eran víctimas.
Esa extorsión venía de luengos años.
7PONCIANO ARRIAGA (1811-1863)
La obediencia al despótico gobierno virreinal
fue una consecuencia forzosa de la tiranía que ha-
bía pesado sobre los mexica y del hábito de obede-
cer ciegamente, que vivía en el organismo de los
tercios conquistadores y de los españoles todos. En
la Colonia la sumisión fue completa. Donde no hay
hombres que piensan, no hay hombres que deseen
ser libres. En Nueva España nadie pensaba, por lo
tanto, nadie quería ser libre. Junto a unos cuantos
criollos que concebían la verdad envuelta en las
catástrofes y los crímenes y los absurdos de la Re-
volución francesa, estaba la mayoría analfabética
que ni aun recordaba con la tradición oral, las heroi-
cidades de sus antepasados, ya fueran éstos Mote-
cuhzoma Ilhuicamina o Cuauhtemotzin, el Cid Cam-
peador o don Pelayo.
Y como no en balde pesa sobre un pueblo una
servidumbre de siglos, el mayor número de mexica-
nos, libres de nombre, con tinuó sojuzgado por el
elemento militar que con el tiempo y por la fuerza
misma de los antecedentes se apoderó del Gobierno;
y por el elemento clerical, que desde 1519 procuró
adueñarse, y se adueñó, de todas las conciencias.
El soldado y el fraile eran señores omnímodos.
El primero, fuese en tiempo de paz, fuese en tiempo
de rebeldías intestinas, podía cometer cuantas exac-

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