De Pompeya a Cuicuilco

AutorHéctor Zagal

Muchos desastres han ocurrido en el mundo, pero pocos han dado más placer a las generaciones posteriores.

Goethe, frente a las ruinas de Pompeya.

Durante el México de mis recuerdos, el Popocatépetl fue con sus más de cinco mil metros de altura "un terrenito" del General Sánchez Ochoa. El militar porfirista elogiaba las virtudes del azufre del volcán. Sin fierro ni arsénico, su azufre era ideal para la fabricación del ácido sulfúrico, pues no erosionaba tanto los alambiques y calderas. El azufre de Don Goyo era preferido al italiano y se cotizaba alto en el mercado. En 1918 se establece una empresa para extraer el metaloide amarillento. Un incapaz capataz (valga el juego de palabras) dinamitó en 1919 el cráter para facilitar el trabajo. Lo consiguió: provocó una erupción y, tristemente, muchos caídos. El Dr. Atl, célebre por sus paisajes volcánicos, narra el hecho en Cuentos de todos colores.

Y puestos a hablar de volcanes, el Vesubio es tema obligado. Sobre la fértil Campania creció la población de Herculano en las faldas del coloso. Más lejos, la suntuosa Pompeya, favorita de la clase media y alta de Roma, lo que vendría siendo algo así como Cuernavaca o el Valle de Bravo para el Distrito Federal.

En el Siglo 1 d.C., Pompeya estaba en su apogeo. Los foros civil y triangular eran el alma de la ciudad. Un templo a Júpiter, otro a Apolo, uno más a Vespasiano, un mercado, el capitolio y una basílica (no religiosa) constituían la columna vertebral de la vida civil. En el foro triangular, la diversión: la palestra, el anfiteatro, las termas (lo que hoy sería un buen club) y el odeón.

En 63 d.C., un terremoto premonitorio azotó la ciudad. El Vesubio estalló en 79. Rodeado de casas de campo y fértiles huertos, su furia arrasó con Herculano y Pompeya. Lava y lodo sepultaron Herculano. Siglos después, Elboeuf inició los trabajos de excavación (1709). Mejor pertrechado, Alcubierre continuó la exploración de la pequeña población en 1738. Una capa de lava de 20 metros de espesor escondía Herculano.

Apareció la Villa de los Papiros, así llamada por guardar cerca de dieciocho mil rollos. Tal cantidad sorprende, incluso después de Gutenberg, a muchas universidades tercermundistas. Desafortunadamente, la lava petrificada es una limitación.

Pompeya gozó de "mejor suerte". A diferencia de Herculano, no fue barrida por la lava. Más alejada del Vesubio, la población fue enterrada por cenizas ardientes. Las excavaciones de 1748 pusieron al descubierto la...

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