La política de la tolerancia

AutorJosé Luis Tejeda González
CargoUniversidad Autónoma Metropolitana, México
Páginas21-35

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Acerca de la tolerancia

Hablar sobre tolerancia es incursionar en uno de los temas cruciales para entender la política y la cultura del Occidente contemporáneo. El desarrollo de la sociedad y de la cultura democrática, así como de la política del reconocimiento y del multiculturalismo, conduce a la vigencia de la tolerancia. No es un tema nuevo ni mucho menos, pero se ha desarrollado de manera significativa en los últimos años. Walzer tiene un tratado en el que ubica el desarrollo de la tolerancia en cinco regímenes distintos: imperios multinacionales, comunidad internacional, confederaciones, estados nacionales y sociedades de inmigrantes.1 Sin que su modelo implique un desarrollo cronológico, Walzer considera que los regímenes más antiguos fueron imperios multinacionales: Persia, Egipto, Roma; según el autor, en ellos ya se daba la tolerancia. Estaban conformados por grupos organizados en comunidades autónomas o semiautónomas que se reglamentaban a sí mismas en ámbitos muy variados. Una burocracia imperial mantenía el poder del cuerpo político y toleraba las diversas formas de vida, cultura y política de las comunidades autónomas. Era una tolerancia natural, necesaria y de sobrevivencia.

Más que cualquier tipo de tolerancia, nos interesa la que se ha desarrollado en nuestro tiempo. La tolerancia moderna surge como consecuencia de uno dePage 22 los grandes movimientos históricos que dieron lugar a la modernidad occidental: la reforma protestante. Según Sassier, la tolerancia adquirió un sentido positivo hacia finales del siglo XVI y, en concreto, en los textos que defienden el edicto de Nantes.2 La guerra religiosa es cruenta porque es una lucha a muerte entre absolutos. La intolerancia había tenido un impulso decisivo con el monoteísmo religioso.3 Al resquebrajarse la unidad religiosa en el Occidente medieval, sobrevinieron la violencia y la guerra. Las facciones religiosas ven en el otro la personificación de la maldad. La persecución y ejecución de los herejes es la divisa de la intolerancia. La lucha del bien contra el mal no permite concesiones ni contemplaciones, así que luego de matarse y aniquilarse entre sí, se accede a una conciencia de época en la que se asume la actitud de tolerar al que no es como nosotros. La tolerancia moderna empieza por ser religiosa y se extiende luego a los planos seculares.

La tolerancia aparece en los escritos de autores liberales como Spinoza y Locke, pero adquiere carta de naturalización plena con la Revolución inglesa y con la Ilustración. El proyecto ilustrador apunta hacia la formación de una ciudadanía universal, cosmopolita, racionalista y homogénea.4 Las diferencias locales y regionales, étnicas y raciales, religiosas e ideológicas, pueden quedar superadas en la gestación de un espacio público común. El ideal ilustrador de la ciudadanía mundial no se alcanza, pero se materializa de una manera incompleta en una forma nacional. Los estados nacionales conservan su especificidad y particularidad ante los otros, los vecinos, los enemigos, los extraños y los extranjeros. Sin embargo, en el interior de su territorio se ejerce un poder que tiende a imponer y consensar formas homogéneas de lenguaje, cultura y modos de vida.5 Un proceso de institucionalización de las formas racionales y universales acompaña el encubrimiento y la derrota de las formas locales y peculiares. El ideal ilustrador se realiza con intolerancia para alcanzar sus objetivos nacionales. El nacionalismo unifica, compacta y genera un espacio socialmente homogéneo en que se acosa, se persigue y se condenan las formas que se resisten al poder nacional. La formación de un espacio público nacional homogéneo en el que se pueda dar la tole-Page 23rancia entre los ciudadanos pares e iguales, tuvo que darse con mecanismos intolerantes ante quienes no se consideraba ciudadanos con pleno derecho.

La tolerancia consiste en “soportar” lo que no es como nosotros.6 En donde no existe la tolerancia, sobrevienen la guerra y el conflicto permanente. Aquello que es diferente, extraño o exótico puede alterar y molestar mi ser y mi identidad. La respuesta instintiva y primitiva nos lleva a la violencia contra los otros. Si no queremos entrar en guerra y en enfrentamiento con lo que no forma parte de nuestro ser, tenemos que soportarlo y aguantarlo como lo que es, en su condición de otredad. ¿Es la tolerancia una muestra de debilidad o de poder? Depende del punto de vista. En cuanto a la atalaya de la verdad absoluta, tolerar lo que consideramos erróneo e incorrecto puede resultar una debilidad de carácter y una concesión innecesaria. De ahí que se imponga la política del exterminio y de la aniquilación del adversario. Quien asume un punto de vista más relativo y contextual puede llegar a valorar como positiva la diversidad. La aceptación entusiasta de la tolerancia se deriva de un rechazo de la verdad revelada y de la predestinación del ser. Aquí no se soporta al otro, sino que se le ve como alguien diferente de quien se puede aprender y rescatar algo para nosotros mismos.

La tolerancia tiene varios niveles que van desde la actitud de resignación ante el otro, hasta la intención abierta de entender y comprender lo diferente. Walzer ubica precisamente en cinco niveles la tolerancia: la primera actitud, algo ligada a la tolerancia religiosa, consiste en la aceptación resignada de la diferencia para mantener la paz. Una segunda postura refleja un estado de indiferencia, pasiva y relajada ante la diferencia. La tercera es propia de cierto “estoicismo” moral que consiste en reconocer el derecho que tienen los otros a ejercer sus atributos, aunque no sean atractivos para nosotros. La cuarta forma expresa apertura, curiosidad, ganas de aprender, en tanto que la quinta actitud tolerante es de adhesión y admisión entusiasta por la diferencia.7 Como puede observarse, la tolerancia se ha desarrollado desde su manifestación más elemental hasta una adhesión entusiasta por abrirse a otros mundos y realidades.

La primera de las formas de la tolerancia es importante porque refleja el paso de una política violenta y conflictiva a un tipo de política pacífica que difiere y neutraliza el conflicto. En algunas interpretaciones sobre el ejercicio de la política, ésta se nos presenta como fuente de conflicto, o bien, como elemento de orden y estabilidad.8 La política como conflicto tiene en Maquiavelo a unoPage 24 de sus más importantes exponentes. En esta línea, la política es un campo de fuerzas conflictivas. El poder puede recubrir y esconder la violencia, pero no la puede anular. En esta dimensión de la política como guerra y conflicto, tendremos que encontrarnos con uno de los autores más relevantes en la política del antagonismo: Carl Schmitt. En la lectura schmittiana la política debe entenderse como una relación de amigos y enemigos.9 No hay sitio para los matices ni para los puntos medios. Aunque pudiera sobrevenir la negociación, los acuerdos de paz siempre serán precarios y, en dado caso, se sustentarían sobre una política bélica o de conflicto. Foucault, uno de los herederos de la visión negativa sobre el poder y la política, sostiene que ésta es la prolongación de la guerra por otros medios, con lo que parafrasea a Clausewitz, uno de los clásicos de la teoría militar, para quien la guerra sería la continuación de la política por otros medios.10

Cuando la política se apoya en este antagonismo es porque se quiere aniquilar al adversario. Si se impone la paz o una tregua, es más bien como consecuencia de la imposibilidad de extender el conflicto. Los momentos de tregua y pacificación son pausas pertinentes para acumular fuerzas y recuperarse de las hostilidades para nuevos enfrentamientos en el futuro. El asunto se detiene por momentos y vuelve a reaparecer una y otra vez. En esta política, la guerra no debe parar hasta que se extermina al enemigo, o por lo menos, debe ampliarse a un periodo más extenso. Schmitt es uno de los grandes teóricos de la dictadura y del Estado de excepción.11 No es raro que se haya convertido en uno de los ideólogos del nacionalsocialismo. En las antípodas y desde la izquierda comunista, el leninismo y el estalinismo hicieron una verdadera apología de la dictadura revolucionaria y proletaria. Aunque los divide el factor ideológico, tienden a coincidir en la definición negativa de la política y en la justificación de un régimen de excepción sustentado en la fuerza. En esta visión la política es poder y conflicto. Si todo es una relación de amigos y enemigos, la tolerancia sale sobrando, e incluso es un elemento incómodo, ya que neutraliza el conflicto y puede llevar al fin de las hostilidades.

La tolerancia primaria acepta a los diferentes, porque sabe que una política de rechazo o acoso contra ellos sólo va a atizar la hoguera y a sacudir el avispero. Los diferentes se ven obligados a convivir y coexistir. En ocasiones estas situaciones de tolerancia son generadas después de largos choques y combates bélicos y políticos. Las guerras religiosas llevaron a una actitud de mayor prudencia ante los adversarios, los enemigos o simplemente ante quien no es comoPage 25 uno. La guerra y el conflicto permanente no llevan a ningún sitio y al final se imponen el diálogo y la negociación. Los acuerdos para detener un conflicto tienden a estabilizar las fuerzas y las cosas. El equilibrio puede ser frágil si sobrevive una política antagónica y si se está a la espera de un momento oportuno para propinar nuevos golpes al enemigo. La política de la tolerancia, en tanto, tiende a evitar la guerra y difiere los pleitos y las ofensas. Sólo en condiciones sumamente excepcionales se vuelve a quebrantar el orden y la estabilidad de las partes. En lo fundamental, las partes en conflicto aprenden a tratar al otro y buscan la reciprocidad de su contraparte.

Tolerancia, democracia...

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