Política antidrogas: México, tímido ante Washington

AutorRafael Croda

BOGOTÁ.- César Gaviria, expresidente de Colombia, está convencido de que durante su mandato (1990-1994) la violencia narcoterrorista que desató el Cártel de Medellín estuvo a punto de tirar los cimientos del Estado colombiano.

Gaviria llegó al cargo luego de sustituir como candidato presidencial del Partido Liberal a Luis Carlos Galán, asesinado en agosto de 1989 por el Cártel de Medellín. Tres meses después, esa organización criminal y su jefe, Pablo Escobar, intentaron matarlo a él haciendo estallar un vuelo de Avianca Bogotá-Cali, que nunca tomó. En ese atentado murieron 110 personas.

La máxima prioridad de Gaviria al juramentar como presidente, en agosto de 1990, fue enfrentar al Cártel de Medellín y a Escobar. Lo hizo como pudo, con instituciones policiacas y judiciales muy débiles. No tenía opción.

"Era un problema de supervivencia de la democracia colombiana, porque el nivel de violencia que practicaba el Cártel de Medellín era muy alto. Muy superior, incluso, al que hoy practican los cárteles en México", dice Gaviria en entrevista con Proceso.

El exgobernante negoció con Escobar su sometimiento a la justicia, que se concretó en junio de 1991. Pero el jefe del Cártel de Medellín -a quien se le atribuyen 5 mil muertes, entre ellas las de 500 policías, jueces, ministros, periodistas y candidatos presidenciales- siguió manejando el negocio de la cocaína desde la cárcel La Catedral, donde él mandaba.

Un operativo ordenado por Gaviria en julio de 1992 para trasladar al jefe del Cártel de Medellín a una prisión militar terminó con la fuga del capo, quien desató una nueva ola de atentados terroristas. Un año y medio más tarde fue abatido por la policía en el tejado de una casa en Medellín.

Como presidente, Gaviria se percató de que el vacío que dejó Escobar en el negocio de las drogas pronto fue llenado por el Cártel de Cali. Luego vinieron el Cártel del Norte del Valle, la Oficina de Envigado y los grupos narcoparamilitares. Las organizaciones que eran desarticuladas por las autoridades eran sustituidas casi de inmediato por otras de más bajo perfil. Y la cocaína siguió fluyendo por toneladas al mercado estadunidense, el de mayor consumo de drogas en el mundo.

Hoy ya no hay cárteles colombianos de la droga, sino organizaciones de menor calado catalogadas como bandas criminales. Pese a ello, la policía estima que cada año Colombia produce unas 300 toneladas de cocaína, cuyo valor en Estados Unidos y Europa supera los 9 mil millones de dólares.

Como testigo de primera línea de ese fenómeno criminal, Gaviria se convirtió en un crítico de la política antidrogas que impulsa Estados Unidos, basada en el prohibicionismo y la represión.

Luego de desempeñarse entre 1994 y 2004 como secretario general de la OEA, el expresidente se integró a la Comisión Global de Política de Drogas, que promueve un nuevo enfoque de la estrategia mundial contra los estupefacientes ante el "fracaso de la guerra contra las drogas" proclamada hace 44 años por Washington.

En esa tarea lo acompañan otros exgobernantes latinoamericanos, como Fernando Henrique Cardoso (de Brasil), Ricardo Lagos (Chile) y Ernesto Zedillo (México), además del escritor Mario Vargas Llosa y Kofi Annan, exsecretario general de la ONU.

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