De política y cosas peores / Exageración

¡Pobre Meñico Maldotado! La naturaleza se mostró avara con él en la región correspondiente a la entrepierna. Eso lo hacía sufrir bastante. Vendió su acción del Country Club porque en el baño de vapor todos reían al ver su pequeñez y lo hacían víctima de infames chocarrerías. Y eso era lo de menos: las damas con quienes Meñico tenía trato íntimo hacían cosas que lo lastimaban mucho: entrecerraban los ojos para tratar de verle aquello, o se ponían lentes; pedían una lupa a la administración del hotel; le tomaban una fotografía, "para amplificarla", según decían. En cierta ocasión una declaró al verlo: "Miente la Constitución: no es cierto que todos los hombres fueron creados iguales". En fin, aquello era un constante bullying que lo hería profundamente. El infeliz Meñico cantaba siempre con pesaroso acento la canción que dice: "¿Señor, por qué los seres no son de igual valor?" (El plebeyo, vals de Felipe Pinglo). Cierto día oyó hablar de un urólogo que podía ayudarlo. El afamado médico lo examinó con ayuda de su enfermera y le dijo: "Me temo, joven, que hoy no podré hacer nada por usted. Pero regrese la próxima semana, y le aseguro que en esa ocasión haré que su atributo varonil se vea más grande". "¿De veras, doctor?" -clamó Meñico, feliz e ilusionado-. ¿Qué hará usted para que mi parte se vea de tamaño mayor?" Respondió el célebre galeno: "Tendré una enfermera de manos más pequeñas"... Que sea menos, por favor, que sea menos. Lejos de mí la temeraria idea de condonar la actuación de la hija del titular de la Profeco. Su conducta es merecedora de reprobación, y más aún la de los adulones que acudieron a su llamado y ejercieron represalias contra la dueña del local en la colonia Roma. Ante comportamientos como ése debemos externar nuestra protesta de ciudadanos vigilantes y conscientes. No exageremos, sin embargo. En este caso nos hallamos en presencia de un incidente menor -y aislado- que muy posiblemente no volverá a repetirse. De seguro la joven ha aprendido su lección. Las redes sociales, que son a veces tribuna para expresar la justa indignación de la ciudadanía, pero que algunos convierten en asamblea de alimañas carroñeras (¡bófonos!), han tenido ya campo y tabla para sus desahogos. Nadie debería hacer de esto una cuestión apocalíptica, y decir que lo sucedido es evidencia...

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