El ensayo como una poética del pensamiento entrevista con Liliana Weinberg

AutorNorma Garza Saldívar
CargoDoctora en letras modernas.
Páginas271-287

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Liliana Weinberg es ya una referencia obligada para el estudio del ensayo literario hispanoamericano; ensayista que se ha dedicado a la reflexión teórica sobre este género tan polémico, sobre todo en el ámbito académico. Originaria de Argentina y naturalizada mexicana hace 25 años, ganó recientemente el Cuarto Premio Internacional de Ensayo convocado por la Editorial Siglo XXI, con su obra Pensar el ensayo. Es doctora en letras hispánicas por El Colegio de México; investigadora del Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos (CCYDEL) de la UNAM; miembro del Sistema Nacional de Investigadores; integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Ha obtenido la Distinción Universidad para jóvenes académicos en el área de investigación en Humanidades (1995) y el Premio de Ensayo Literario Hispanoamericano Lya Kostakowsky, otorgado por la Fundación Cardoza y Aragón (1997), así como el reconocimiento Catedrático UNAM (1997). Del mismo modo, ha participado en diversos proyectos auspiciados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y por la UNAM y es autora de cinco libros en su especialidad: Ezequiel Martínez Estrada y la interpretación del “Martín Fierro” (1992); El ensayo, entre el paraíso y el infierno (2001); Umbrales del ensayo (2004); Literatura latinoamericana: descolonizar la imaginación (2004); Situación del ensayo (2006), y se encuentra en prensa Pensar el ensayo (2007); ha sido editora de otros. Además, ha escrito diversos capítulos y artículos en libros y revistas especializados. Dirige trabajos de investigación y tesis en los niveles de licenciatura, maestría y doctorado, en su mayoría dedicados al ensayo y a la literatura latinoamericana. Esta entrevista se realizó en mayo de 2007.

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Acabas de ganar el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI con el trabajo Pensar el ensayo, que próximamente veremos impreso como libro. En esta coyuntura, ¿cuál crees que sea el lugar del ensayo como gé- nero y de qué manera interviene éste como una forma de pensar la realidad? —Si pensamos en la tradicional “familia de los géneros”, descubriremos que el ensayo es uno de los miembros más jóvenes del clan, y el que tiene incluso un acta de nacimiento. En efecto, aunque se pueden trazar los antecedentes del ensayo antes de Montaigne, sin duda es él quien lo hace cristalizar, al punto de que la “ley” del género —para decirlo con una noción de Derrida que me gusta mucho— está ya contenida en los Essais de Montaigne: de algún modo, muchas de las potencialidades del ensayo están ya contempladas por la obra del gran escritor gascón, aunque existen otras, como su vínculo con el periodismo o las formaciones intelectuales, que por supuesto no podía él siquiera imaginar. Pero en tanto relación crítica de un sujeto con el mundo, de una poética del pensar, de un ejercicio del juicio, ya está contemplado en Montaigne. Y sin duda, el ensayo es el género que se concibe como una forma de intervención en la realidad mediada por la palabra, por el libro. Es una forma de pensar la realidad desde una biblioteca, desde un mirador privado abierto a lo público. Montaigne otorga a sus ensayos un sesgo en muchos sentidos autobiográfico, marcadamente personal, antirretórico, y hasta cierto punto bastante privado. Y a lo largo del tiempo, el ensayo deberá enfrentar nuevos desafíos, de los que saldrá airoso: el desafío epistemológico, con Bacon y Locke, o el desafío ideológico, con Voltaire, Rousseau, y en nuestro continente, Monteagudo, por ejemplo, o el científico, con Humboldt y los ensayistasobservadores-viajeros, o el literario, filosófico, etcétera. Y otro de los grandes desafíos para el ensayo será su diálogo con la prensa periódica y las nuevas exigencias editoriales, como los grandes tirajes y el surgimiento de fenómenos como la opinión pública o su compleja relación con la cultura de masas, que le plantearán demandas y exigencias inéditas; pero todo está de algún modo en Montaigne, como en una semilla.

Me ha interesado también examinar el ensayo desde la perspectiva del género literario, pero también desde esa perspectiva más amplia sobre género y enunciado que plantea Bajtín, o de texto, como lo hacePage 273Lotman, o desde las cuestiones tan productivas que puede suscitar el enfoque del discurso y la práctica en Foucault, o la formación discursiva también en Foucault y en Said, la escritura en Barthes, o de estilo en Glaudes (con el importante precedente en el medio hispanoamericano de Juan Marichal), para citar algunos pocos ejemplos. E incluso el propio tratamiento que del problema del género ofrecen autores tan diversos como los formalistas o, más cercanamente a nosotros, Bourdieu, para quien un género es un efecto del campo. Las distintas formas de abordaje del ensayo, en lugar de obligarnos a tomar partido por unos u otros enfoques, nos conducen a enriquecer el análisis.

El ensayo que mereció el premio que acabas de mencionar se dedica a reabrir el problema del pensar activo del ensayo. Allí planteo, entre otras cuestiones, el vínculo fuerte entre ensayo y paradoja. Pero para pensar el ensayo, para hablar del ensayo, parto de la lectura de varios textos fundamentales, y es a partir de la interpretación de dichos ensayos y de mi diálogo con ellos como me asomo a ciertos temas que considero mayores para una reflexión.

Generalmente, cuando se habla de ensayo, se entiende como una parte de la literatura y se le llama ensayo literario; sin embargo, creo que esto es un poco ambiguo, pues encontramos ensayos en la sección de no-ficción, aunque del mismo modo, no todo lo que se encuentra en esa sección es ensayo. ¿Cómo entender, pues, el “ensayo literario”? —Aquí, como de costumbre, una pregunta planteada específicamente sobre el ensayo nos lleva a problemas que atañen a toda la literatura. ¿Quién decide la adscripción genérica de lo que se está leyendo? Por una parte, para seguir una línea afín a las cuestiones de recepción, se podría decir que se trata de la decodificación que hacen los propios lectores; esto es, para algunas corrientes teóricas, serían los lectores quienes decidirían en qué marco colocar el texto que tienen ante sus ojos. Pero, por otro lado, sabemos bien que detrás de los lectores están las formas de leer de una época, una cierta comunidad hermenéutica, un campo específico. Y sabemos también que hay, en el propio texto, marcas, indicadores, convenciones, que conducen a acuerdos de lectura y de legibilidad, a contratos de veridicción, y que son también decisivos para la legibilidad de un texto. El propio texto, además, traza su propiaPage 274genealogía, su propio vínculo o toma de distancia respecto de una tradición, su espacio simbólico de interlocución, el propio campo en que se inscribe, de tal manera que no hay una “esencia intemporal” que determine que tal ensayo es literario y tal otro ensayo es político, sino que tiene que ver tanto con marcas textuales como con envíos contextuales que el propio texto está haciendo.

Por otra parte, el texto también es una intervención en cierto espacio social y una puesta en diálogo con ciertos marcos institucionales, de tal modo que se debe tomar en cuenta la “institución” literaria o sociológica, por ejemplo, que determina, o cuando menos orienta, la recepción del texto. El caso más llamativo de esto es el del ensayo de interpretación, que puede ser leído como obra literaria o como obra de análisis histórico o sociológico, a partir de una compleja red de acuerdos y resonancias que se establecen entre las huellas que dejó el autor en el texto, el texto mismo, el proceso de lectura, las instituciones habilitantes de la lectura, etcétera.

Tu formación es también como antropóloga; en este sentido, ¿cuál crees que sea el lugar del ensayo en las ciencias sociales? —En su etapa de consolidación, las ciencias sociales procuraron deslindarse del ensayo. Sin embargo, en nuestros días, y de manera contrastante, nos encontramos con que el discurso de los estudios culturales o de género se aproxima mucho al del ensayo, y enfatiza ciertos rasgos, como la experiencia y el testimonio autobiográfico o la memoria. He procurado...

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