Un poema al día

AutorFelipe Garrido

¿Por qué tanta gente se resiste a leer poesía? Con esta pregunta salimos todos a la calle.

Hace tres años, el 21 de marzo de 2017, en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en la Ciudad de México, participé en la presentación de un libro de Alejandro García sobre la poesía de Benjamín Barajas: Umbral de los relámpagos. Hubo mucha gente y el acto terminó en una apasionada discusión: ¿Por qué la poesía tiene tan pocos lectores?

Había un buen número de maestros y a muchos nos preocupaba el tema. Nos costaba enorme trabajo hacer que los alumnos leyeran poesía y, en su mayoría, como allí lo confesaron, los maestros mismos estaban lejos de ser lectores de poesía. Salimos del Villaurrutia convencidos de que algo tendríamos que hacer.

Esa noche me costó trabajo dormir.Tenía un mundo de recuerdos y de ideas. En especial, recordaba unas líneas de Antonio Alatorre: "En mi casa, en Autlán, había libros que mis hermanos y yo leíamos, por ejemplo, Genoveva de Brabante, Robinson Crusoe y la María de Jorge Isaacs. Pero fue la escuela la que más me sirvió. La primera hora, todos los días, era la de lectura en voz alta; y dos o tres veces por semana escribíamos algo, a veces sobre un tema señalado por la maestra, y a veces con tema libre (que era lo que más nos gustaba)".

He sido maestro por más de medio siglo, y durante ese tiempo dos preocupaciones me han acompañado siempre: formar a los alumnos como lectores capaces de escribir con claridad y corrección; y acercarlos a la poesía. En el CUM, la UNAM, la Ibero de Torreón, la Universidad Veracruzana, varios planteles del Tec de Monterrey, El Colegio de Sina-loa, la Sogem (Sociedad General de Escritores de México), y diversos foros de cultura de todo el país he dado cursos y talleres de literatura, producción editorial, historia e historia del arte, formación de lectores y escritura.

Siempre, en todos estos lugares, y en incontables conferencias dentro y fuera del país, y en media docena de libros sobre la formación de lectores, y unas 30 antologías, he hecho cuanto he podido para enamorar de la poesía a mis estudiantes y a mis lectores.

Me siento obligado a enamorarlos de la poesía porque no hay ningún otro uso del lenguaje que sea más alto. En ninguna otra forma de decir ni de escribir están las palabras más cargadas de sentido ni de significado. Quien puede leer poesía esforzándose por entenderla -de otro modo no hay lectura-, puede leer todo lo demás. Las palabras de los poetas dicen más de...

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