El poder y sus expresiones

AutorArturo Santillana Andraca
CargoMaestro en ciencia política por la UNAM. Profesor de la UACM y de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Correo electrónico: «arturosantillana@yahoo.com.mx»
Páginas227-239

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Una de las primeras determinaciones del poder, quizás la fundamental, es la de ser relación social. Así como el ser humano es por naturaleza social,1 todas las expresiones de su actividad son por antonomasia sociales. El poder se constituye socialmente porque presupone siempre a más de un individuo para realizarse. Incluso cuando se habla del poder que los individuos ejercen sobre la naturaleza o sobre las cosas, se parte sin vacilación de un horizonte social. El hecho, por ejemplo, de que un individuo ejerza poder sobre un árbol y lo tale, va acompañado de una serie de mediaciones culturales que convierte este hecho "individual" en un hecho social.2 Mediaciones que van desde el instrumento utilizado, la forma de tomarlo, la necesidad a satisfacer, etcétera.

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El fenómeno del poder presupone dos tipos distintos de relaciones:

  1. la relación sujeto-objeto y b) la relación sujeto-sujeto. Distinción meramente analítica si partimos de la idea de que la primera relación presupone forzosamente la segunda. Es decir, toda relación sujeto-objeto parte ya de relaciones intersubjetivas que constituyen tanto al objeto sobre el cual recae la acción como al sujeto mismo que la ejerce. A mi juicio la intersubjetividad es el horizonte protogenético desde el cual es factible pensar la relación sujeto-objeto.3

En las siguientes líneas intentaré elaborar una clasificación de expresiones del poder. Pienso que antes de construir una definición particular del poder, debemos, en un nivel más abstracto, construir los criterios que logren abarcar el mayor número de relaciones de poder factibles.

Las distintas expresiones del poder

Uno de los primeros problemas que sugiere el tratamiento teórico del poder es la de su constitución semántica. Por lo menos en la lengua castellana poder es un término polisémico que además de tener diversos significados en una misma comunidad lingüística, adquiere distintos sentidos según el contexto particular del acto de habla.

Por su raíz latina potere, poder significa en primera instancia ser capaz o tener potencia. La primera definición que aparece en el Diccionario de la de la lengua española es: "Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo" (Real Academia Española, 2001: 1215). Sin embargo esta definición es sumamente ambigua para los fines trazados: a saber, la de encontrar aquellas determinaciones y categorías que hacen distintivo el concepto poder frente a otros tantos con él relacionados. Por el afán de acla-

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rarme el significado, los alcances y los límites del poder, intentaré encontrar determinaciones comunes a algunas de lo que considero sus expresiones más representativas.

El fenómeno del poder se podría recorrer teóricamente a través de cinco expresiones que iré exponiendo a lo largo de este trabajo: 1) la fetichista, 2) la representativa, 3) la reflexiva, 4) la social y 5) la artística. A su vez, cada una de ellas puede contemplar diversos ámbitos del ejercicio de poder: en lo económico, social, político, religioso, erótico, jurídico, etc. Vale la pena destacar que estas expresiones probablemente no se desplieguen en la realidad de forma pura y secuencial; se trata de una separación analítica.

Expresión fetichista

Llamo expresión fetichista a la que está presente en relaciones de poder fincadas en las cualidades que los sujetos atribuyen a las cosas para encontrar explicación a ciertos fenómenos. Este aparente dominio de los objetos sobre los sujetos es eso, una mera apariencia que los sujetos viven como verdad. Este tipo de relación presupone ya un punto de partida intersubjetivo presente en la transmisión de creencias que circulan al interior de una comunidad de habla. Sin embargo, ello no modifica que el sujeto atribuya poder al objeto y no a esa intersubjetividad aún abstracta a la que pertenece. Si el predominio de la expresión fetichista para pensar el poder llegó a ser una estrategia de grupos gobernantes, sería una investigación propia de la historia y la antropología; no obstante, en la actualidad hay momentos y situaciones en las que las personas continúan inmersas en relaciones de poder de esta naturaleza.

Es común observar en los comerciales televisivos y en la publicidad en general esta tendencia de atribuir a los objetos cualidades como si les fuesen inmanentes. Es común que las personas proyecten poder a través de las cosas y les finquen cualidades que nacen en realidad de relaciones sociales muy específicas. Relacionar el poder con las cosas se reproduce a un nivel muy elemental de la conciencia en que el encantamiento desempeña un papel protagónico.

Este criterio se caracteriza por un momento de extrañamiento de la conciencia a partir del cual el sujeto se subsume en el objeto encantado.

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Es el caso de quienes identifican en una cosa cualidades metafísicas que son en realidad la expresión cultural de relaciones humanas. "El poder -dice Foucault- es y debe ser analizado como algo que circula y funciona -por así decirlo- en cadena. Nunca está localizado aquí o allí, nunca está en las manos de alguien, nunca es apropiado como una riqueza o un bien" (Foucault, 1992: 39).

Desde otro ámbito, este tema fue desarrollado detenidamente por Marx cuando al abordar el fenómeno del fetichismo de la mercancía llega a la conclusión de que ésta no encarna por sí misma las propiedades que de forma fetichista aparenta tener, pues dichas propiedades son en realidad la expresión de un tipo, históricamente determinado, de relaciones sociales.

A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas. En cuanto valor de uso, nada de misterioso se oculta en ella, ya la consideremos desde el punto de vista de que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas, o de que no adquiere esas propiedades sino en cuanto producto del trabajo humano. [...] Pero no bien entra en escena como mercancía, se transmuta en cosa sensorialmente suprasensible. No sólo se mantiene tiesa apoyando sus patas en el suelo, sino que se pone de cabeza frente a todas las demás mercancías y de su testa de palo brotan quimeras mucho más caprichosas que si, por libre determinación, se lanzara a bailar. (Marx, 1990: 87)

Así como a Marx le interesaba demostrar que los objetos devienen mercancías en tanto encarnan trabajo humano bajo la forma del valor, en lo personal sostengo que las posesiones no encarnan poder en sí mismas, sino hasta ser utilizadas como recursos bajo una determinada razón estratégica.

Totalmente extrañada de sí, la conciencia, envuelta en la magia del poder...

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