Pobreza: en las fronteras de la economía y la política

AutorJaime Osorio
Páginas43-62

Jaime Osorio. Profesor del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco y responsable del área de especialización Relaciones de Poder y Cultura Política en el Doctorado en Ciencias Sociales de la misma universidad.

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'Aunque parezca incomprensible, la creación de riqueza puede acompañarse de una agravación de la pobreza*.

Jean Claude Trichet, Presidente del Club de Paris

Introducción

Como antes lo Hieran el (sub)desarrollo, la revolución, la marginalidad, y posteriormente la democracia y los movimientos sociales, la pobreza constituye hoy uno de los temas que acapara la atención de las ciencias sociales latinoamericanas.

A la pregunta sobre el porqué de esta situación, la respuesta más inmediata y obvia es: las cifras de pobreza e indigencia en América Latina han llegado a niveles tan escandalosos que obligan a políticos e intelectuales a ocuparse del asunto.

Esta formulación corrobora una de las tendencias presentes en el desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanas: su estrecha relación con problemas reales y con preguntas que demandan respuestas políticas.

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Pero el asunto es más de fondo. En torno a la preocupación por la pobreza convergen un conjunto de problemas que tienen relación con temas claves de la actual situación latinoamericana, algunos de los cuales ya se han hecho presentes en el debate, en tanto que otros se dibujan sólo en las sombras, pero que no tardarán en ponerse en el centro de las futuras discusiones.

La pobreza es un problema frontera en donde la economía y la política rompen algunos de los muros que han separado a estas disciplinas en los últimos años. Por ejemplo, la pobreza nos remite a los problemas de legitimidad; nos lleva a preguntarnos por la viabilidad de los procesos de democratización en América Latina; obliga a pensar en los espacios de la gobernabilidad.

Pero la pobreza también nos pone frente al tema del desarrollo, tan olvidado en los últimos tiempos; dibuja signos de interrogación sobre los modelos de inserción de América Latina en el mercado mundial; obliga a discutir sobre el mercado y sus propiedades redistributivas y sobre su papel en materia de justicia social. En fin, la pobreza nos remite al problema central sobre las relaciones entre desarrollo y democracia.

Aunque no siempre planteado de manera explícita, creo que mucho del creciente interés en torno a la pobreza radica en que abre un horizonte de problemas que son claves en la hora actual latinoamericana. Cabe señalar, sin embargo, que muchos de estos problemas ganan espacio a contracorriente. La forma predominante como tiende a ser analizada la pobreza, en tanto que categoría fundamentalmente descriptiva y ajena a los movimientos de la economía, más que iluminar oculta muchos de los campos antes señalados.

Medir sin teorizar

No deja de ser paradójico el avance sustantivo que se percibe en el campo de la medición de la pobreza, en tanto que se mantiene como una noción que reclama de cuerpos teóricos que le den vida y que acoten su existencia. De esta forma la cuantificación se hace a la medida del buen o mal entender de quien la realiza, multiplicándose los criterios y las variables que se considera deben contemplarse.

Pero por más sofisticados que sean los procedimientos, su sumatoria no puede resolver la ausencia de un corpus conceptual. En este sentido podríamos decir que nunca como en en estos últimos años se ha hablado tanto de pobreza, pero nunca se ha entendido menos del problema.

La pobreza se presenta como un fenómeno escandaloso, pero el escándalo quedaPage 45 petrificado en la cifras. El paso que pregunta sobre las causas de la pobreza se queda en las respuestas más inmediatas: faltan empleo, educación, mejores salarios, inversiones, gastos en servicios sociales, etc. En síntesis, se avanza en el cuánto (aunque aquí no debe desconocerse la aplicación de distintos metros para medir), pero ni un ápice en el porqué.

Un denominador común se hace presente en las concepciones (explícitas o implícitas) que dominan el escenario en torno a la pobreza: la vinculación de hogares o individuos con el consumo y la distribución son los aspectos centrales considerados en el discurso.

Pobre o indigente es aquel que percibe ingresos dentro de determinados niveles (hasta 370 dólares anuales señala el Banco Mundial),1 consume alimentos y sus correspondientes calorías y valores nutritivos en márgenes específicos; cuenta o carece de determinados satisfactores sociales en materia de vivienda, agua potable, alcantarillado, electricidad; accede (o no) a determinados bienes materiales, como radio, televisión, refrigerador, etc.

A partir de una visión desarticulada de la población y —más específicamente—de las clases sociales en la economía (que no considera problemas como el papel de la producción, la acumulación y la explotación en la gestación de la pobreza y el papel de ésta , a su vez, sobre aquellos procesos, por ejemplo), las respuestas frente a la pobreza reproducen esa desarticulación.

Para las visiones más conservadoras la pobreza es un problema social porque afecta a muchos, pero no porque existan determinantes sociales y económicos que la produzcan y reproduzcan.

Para este enfoque, la economía y los modelos económicos en marcha son intrínsecamente sanos por lo que quedan fuera de interrogantes sobre el problema. Fenómenos como el que crezca la riqueza al mismo tiempo que crece la pobreza son detalles que si llaman su atención, a lo más se asumen como simples coincidencias. Una más de las curiosidades de la economía.

El Banco Mundial puede destinar cuantiosos recursos para hacer un informe sobre la pobreza y constatar que "en 1985, más de mil millones de personas —es decir, casi una tercera parte de la población total del mundo en desarrollo— tenía ingresos per cápita de menos de 370 dólares al año", y que la mayor parte de esta población se ubica en Asia Meridional y en África al sur del Sahara,2 pero en este enfoque jamás se plantea que puede haber alguna relación entrePage 46 este fenómeno y los elevados ingresos de sectores reducidos de la población en el mundo subdesarrollado y con algunos más extensos en el desarrollado.

Detrás de la noción de pobreza se esconden situaciones sociales diferenciadas en razón de vínculos (o desvinculaciones) con la producción. Porque no es lo mismo ser pobre con empleo, pero con un nivel de ingresos insuficientes, que pobre sin empleo o con empleos esporádicos. O no alcanzar ingresos suficientes por haber sido expulsado de la producción (por cambios tecnológicos, por recesión, o por accidentes del trabajo), que no alcanzarlos por no haber logrado nunca un espacio en la producción.

Detrás de estas y otras "formas de existencia" —al decir de Marx— hay una historia social inscrita en las formas y modalidades como se genera y regenera la riqueza, (dónde se invierte, con qué niveles de desarrollo técnico, bajo qué formas y grados de explotación), que hace que la población se distribuya en el espectro clasificatorio que va de la riqueza a la pobreza en sus diversos grados.

Mientras aquellos aspectos se mantengan a oscuras, la pobreza seguirá siendo piedra de escándalo, pero con la capacidad de ocultar las raíces sociales donde se alimenta y reproduce.

En su actual estatuto la pobreza nos remite, portante, a una visión puramente clasificatoria de la participación de la población en el consumo, en tanto reclama ser inscrita en una visión sobre la reproducción global de la economía para comprender sus tendencias y desarrollos.

En este sentido, la discusión en los 70 en torno a la marginalidad puede constituir un punto de partida para superar las actuales limitaciones que presentan los estudios sobre la pobreza.

El tema fue desarrollado en grados significativos por las ciencias sociales latinoamericanas. Dentro de la extensa bibliografía al respecto destacarían los trabajos de Quijano (1970), Nun (1969) y el de Cardoso (1971), este último, sin lugar a dudas, el más logrado.

Las respuestas a la pobreza

Frente a una visión desarticulada de los procesos sociales y económicos, la "focalización" aparece como uno de los caminos más ponderados para hacer frente a la pobreza. Se trata de identificar los grupos o segmentos sociales que interesa asistir por razones diversas, a fin de concentrar en ellos las políticas de sobrevivencia.

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Este es uno de los secretos por los cuales en Chile, en plena aplicación de las políticas neoliberales bajo el régimen militar, las tasas de mortalidad infantil y de desnutrición en ciertas franjas infantiles disminuyeron, ya que explícitamente se determinó concentrar recursos entre los hogares más pobres y, dentro de ellos, entre los recién nacidos.3 Ello no fue obstáculo para que la pobreza y la indigencia crecieran, y no así los indicadores anteriores.

Poco importó que la desnutrición entre niños en edad escolar aumentara, como uno de los signos de que el problema no estaba siendo enfrentado desde una perspectiva amplia, y que sus secuelas crecían. Bajo esta fórmula, y de acuerdo a las estadísticas de los organismos internacionales, Chile apareció en aquellos años como un país que ganaba en imagen al reducir la mortalidad infantil y la desnutrición, aunque en tales informes no se indicó que sólo se avanzaba en resolver problemas puntuales y en edades acotadas de su población menor de edad.

Una pequeña muestra de lo que ocurría con el resto de la población bajo los años de dictadura en materia nutricional es el siguiente cuadro:

Cuadro 1

Chile. Disponibilidad de nutrientes


Años Calorías por
habitante al día
Proteínas por
habitante
grms./día
1965-197
...

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