Pierden todo por lluvia

AutorValeria Huérfano

Sus nietas trataban de quitar el lodo del piso; los hombres sacaban los muebles embarrados de tierra, reblandecidos por el agua; las mujeres buscaban algo qué rescatar, para vivir mientras les llega la normalidad.

Guadalupe Zaragoza los observa desde el recibidor de su casa, donde ha vivido desde hace 20 años; todos van y vienen pero ella no se mueve, se lleva las manos a los ojos y se seca las lágrimas.

Lo perdió todo, así lo dice una y otra vez. Acostumbrada a vivir al límite del Arroyo Seco, con la incertidumbre de lo que cada lluvia les podría dejar, asegura que nunca el agua los había tratado tan mal.

Señala la marca que dejó el arroyo desbordado; se percata de que, de no haber atendido a su esposo y sus hijos, el agua la hubiera tapado. Reconoce que por la tarde del viernes el miedo la paralizó, pero huyendo por la azotea, ella y los suyos pudieron resguardarse.

Estaban confiados porque hace cuatros años levantaron un muro que contenía el agua del arroyo.

Para ella, la culpa de esa inundación no fue la intensidad de la tormenta ni la ubicación de su vivienda, a unos pasos del cauce del agua arrastrada desde la parte alta de La Primavera.

Guadalupe asegura que las afectaciones se deben a los nuevos desarrollos que han desviado los caminos naturales del agua.

Personal del Ayuntamiento de Zapopan estuvo en la zona desde temprano.

Con bombas y palas sacaban el lodo que llevaba consigo zapatos, envases, ropa, electrodomésticos.

También levantaban una encuesta en la que calificaban los daños, les prometían ayuda a los vecinos para las próximas horas, ya sea en enseres o con un cheque, y les preguntaban si estaban dispuestos a ser reubicados.

"¿A volver a empezar? Este es el trabajo de todos mis hijos, todos hemos trabajado para poder tener nuestra casa, ¿por qué no arreglan? Esta agua no es de la tormenta porque han llovido tormentas más fuertes y no pasa esto, eso es por (las construcciones) allá arriba", expresa con la voz entrecortada

la mujer de la tercera edad.

Para otros la situación era diferente. Con el agua al cuello decidieron que ya no más. Valeria Hernández, quien vive en un pequeño espacio alquilado con su hermana y sus cuatro sobrinos, se decidió a buscar casa.

Antonio Flores ayer vio cómo una de las bardas de su casa...

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